Hay determinados momentos en la vida que, mientras están lejanos, una se los imagina de cierta forma. Pero en el fondo sabés que por más que los pienses, los sueñes y los razones, hasta que lleguen, nunca vas a saber cómo te van a hacer sentir.
Este es uno de ellos.
Y estoy segura que este va a ser un post de mierda. Porque realmente no estoy inspirada para escribir hoy. Porque tengo un millón de cosas en la cabeza y me tiembla el pulso. Y porque hace mucho, mucho tiempo,
Él y yo acordamos que nunca íbamos a escribir en nuestros blogs sobre nuestra vida privada. Así que todo este torbellino de sensaciones, emociones, sentimientos... estas ganas arrolladoras, este exceso de energía que no nos deja dormir, y toda la sobredosis de amor y felicidad que siento, se las tendré que explicar en forma privada, sabrán disculpar.
¿Si estoy segura? Nunca estuve
tan segura de algo. Y feliz.
¿Qué se siente? Algo raro. Cosquilleo constante en el estómago. Y por momentos la sensación de irrealidad, de "
esto es algo que vi muchas veces, pero no me está pasando a mí".
Lo genial es cuando podés lograr la abstracción de pararte a cierta distancia y observar también todo lo que ocurre a tu alrededor, lo que esto genera: el nerviosismo de las consuegras, la emoción del padrino, los testigos que todavía no lo pueden creer, las buenas, malas y raras reacciones. Pero por sobre todo, la infinita cantidad de muestras de cariño y amor que uno va recibiendo en este último tiempo. Y encima con el cuore sensible!
En fin... Arrancan mis últimas veinticuatro horas de "estado civil: soltera".
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