Si uno camina por las calles de Buenos Aires cualquier día entre las 6 y las 8 de la mañana, tropezará con incontables porteros de edificios (o "encargados", como ellos prefieren que se los llame) que lavan las veredas porteñas.
La imagen, que se repite cada mañana en mi retina, me hizo notar que estos señores tienen toda una actitud desarrollada para "regar" la calle. O sea: una postura, una mirada, una manera especial de sostener la manguera, y otro movimiento calculado cuando la corren para que una pase sin mojarse. Es como si la manguera representara un objeto fálico.
En serio, fijense. Y si piensan que esto es producto solamente de mi mente macabra, observen: las mujeres porteras no lavan la vereda con manguera. Lo hacen a los baldazos.
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