Dicen que los amigos están en las buenas y en las malas. Y que el perro es el mejor amigo del hombre.
No te pongas celoso... Yo corrijo esto diciendo que no es exclusivo de los perros, esos bichos raros que te ladraron y lloriquearon durante toda la semana pasada que compartiste sala de internación con ellos y que cuando estuviste mejor mirabas con cara rara. Claro, porque nunca habías visto a un perro antes, ¿no?
Yo quiero que entiendas que si la semana pasada te dejé ahí y permití que te pincharan y te rasuraran una patita y el cuello, te cortaran las uñas y te hicieran todo lo que te hicieron, fue porque quise que estuvieras mejor. Habías repuntado y todos estábamos contentos. Volviste a casa para mi felicidad, pero hoy otra vez te pusiste mal y dejaste de comer y de tomar agüita, y tuve que volver a llevarte con los doctores.
Sé que ahora estás cuidado y que tu cuerpito flaquito y desforme vuelve a recibir la hidratación que necesita para vivir. Vos tenés que saber que todo esto lo estamos haciendo por tu bien, porque queremos que estés bien y deseamos que vuelvas a ser el gato molestini que rompía el tapizado del sofá, que era arisco con todos menos con nosotros, que subía corriendo a la cama maullando cada mañana para saludarme cuando sonaba mi despertador, que disfrutaba de tomar su platito de leche, que se tiraba bajo cualquier rayo de sol, que trepaba por la reja del balcón o se sentaba en el rellano de la ventana para tomar fresquito en primavera y no quería que lo saque de allí, que se metía en cajas para jugar o en valijas y bolsos cada vez que me estaba por ir de viaje, que me hacía compañía sentado en el borde de la bañera mientras me duchaba, que revolvía las bolsas cuando llegaba del supermercado, que abría las puertas saltando sobre los picaportes, que a veces le gustaba quedarse encerrado durmiendo entre la ropa de un placard, que nos tapaba la visión de la tele cuando nos tirábamos en la cama, y que dormía a mis pies todas las noches y en invierno se metía entre el acolchado y la frazada y parecía un topo.
¿Cómo no estar haciendo todo esto por vos y acompañarte, si vos te quedabas conmigo en la cama todo el día cuidándome cada vez que yo estaba enferma? ¿Cómo no mimarte cuando te sentís mal, si eras el primero en venir a lamerme, ronroñearme y dejarte hacer mimos cada vez que yo estuve triste, mal, deprimida o lloraba por algo?
Lamentablemente te toca sufrir una enfermedad de mierda que es incurable y que cada vez te va poniendo peor. Pero así como estuviste a mi lado durante 5 años y medio, fuiste mi alegría cotidiana y te bancaste miles de cosas (incluyendo mis viajes), hoy me toca a mí ser fuerte y estar a tu lado, mimarte el tiempo que nos quede juntos y tratar de que este lento -o no tanto- final sea lo menos doloroso para vos y para mí.
Yo no voy a permitir que sufras, y desde ya te pido perdón si este pensamiento del cual estoy tan convencida me lleva a tomar la fea determinación de decidir hasta dónde vamos a llegar juntos.
Sólo quiero que sepas que te quiero muchísimo, que sos una gran compañía para mí, y que por más pelotudo que pueda parecerle a alguno que te esté escribiendo a vos, que sos un gato y no sabés leer, hoy necesito sacar estas palabras de mí para decirte: gracias Poto, por todos los días que pasaste a mi lado y por los momentos -sean muchos o pocos- que aún nos queden vivir juntos.
Fuerza vaguito!!! Tratá de hacer un esfuercito más para ponerte bien y volver a casa, que acá te queremos y te extrañamos mucho y queremos que te recuperes!! Vamos bombón, tratá de hacerlo por vos, por mí, por todos los que están pendientes de tu salud... No te dejes caer... No te olvides que los gatos tienen siete vidas. Tiene que quedarnos mucho más por disfrutar.
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