Hasta hace un mes más o menos, si te ponías a hacer una encuesta, o a escuchar los comentarios de la gente en la calle, o le preguntabas a tu grupo de amigos y conocidos, todo el mundo te decía que le tenía poquísima fe a la selección argentina en el Mundial. Es más, había muchos inclusive a los que les escuché decir: "
Ojalá les vaya mal a esos pechofríos". Todos disconformes.
De pronto se acercó el Mundial, todo se puso en clima (autos, taxis y camionetas con las banderitas que repartían en la radio de Ugarte y Nicaragua, balcones vestidos de celeste y blanco, promos Mundial hasta en la sopa...) y la gente se empezó a ilusionar. Y se embaló. Y ahora de repente todos están con el ánimo arriba y creen que este equipo puede salir campeón del mundo.
Todo bien, no me quejo. De hecho yo soy una de las que cree que es posible. Y no porque el equipo en sí me parezca bueno o brillante, sino porque creo que los otros
grandes ya no son
tan grandes tampoco, y que la cosa está pareja, así que puede ser para cualquiera.
¿Qué pasó en el transcurso para que una opinión tan generalizada pasara del negro al blanco? ¿Fue porque Argentina le ganó a Angola en su partido de prueba? Nah.
Chocolate por la noticia: fue el manejo de la opinión pública a través de los medios. Fueron las publicidades emotivas y alentadoras de las grandes marcas que siempre nos hacen creer que todo es posible (en especial una de ellas, que usó el poderoso recurso de utilizar el tema oficial del Mundial de Italia 90, que -sí, es cierto- fue el mejor tema de todos los Mundiales, pero convengamos que recién ahora, dieciséis años más tarde es posible usarlo para que nos emocione... ¿o hasta hace un tiempo no nos angustiaba recordándonos la final Argentina-Alemania que perdimos?). Y fueron los periodistas que empezaron a abrir su bocota. Y aquellos que no son periodistas pero que también opinan en los medios. El Diego diciendo que se puede. Bilardo, el Bambino, éste, el otro... Todo diciendo que Argentina está para campeón. La comunicación de las encuestas, que nos ubica entre los favoritos del mundo. Brasil que dice que somos los únicos capaces de darles batalla (claro, si nos cruzamos es justamente en la Final!). Y jugadores y técnicos de cualquier rincón del mundo que dicen "
Ah sí, Argentina..." y que los medios se encargan de traducir en: "
Messi puede ser la revelación ofensiva y poderosa de este Mundial"; "
Argentina es el rival a temer"; "
Fulanito anticipa una final con el equipo celeste y blanco"; y blablases varios.
Todo bien, pero en la cancha se ven los pingos. Y conste que estoy escribiendo esto a las 11 de la mañana y que Argentina juega contra Costa de Marfil a las 16.
Aguante igual! Ojalá estos veintitres muchachos -que parecen ser mucho más equilibrados, sensatos y humildes que las otras estrellitas estrelladas que nos hicieron sentir tan como el orto en las tres madrugadas que pasamos durante Corea-Japón 2002- nos den una alegría. Pero no nos subamos al pony. Yo sigo apostando al efecto sorpresa.
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