Es muy loco cuando la vida te enfrenta con espejos. Porque es simplemente eso: una realidad que ves, que reconocés hasta el detalle, y que es eso y está ahí: una imagen imposible de ser modificada en el corto o inmediato plazo. Se requiere de mucho trabajo y yo lo sé mejor que nadie. Pero es inútil decirlo. Lo único que obtengo a cambio es la enorme impotencia de saber que aquella es una imagen de sufrimiento de la cual no se sale con facilidad.
¿De qué vale transmitir la experiencia propia si a cambio se escuchan las mismas respuestas que yo misma daba hasta hace un tiempo? Excusas que ni el propio interlocutor se cree. Esperanzas disfrazdas detras de un sentimiento que en general se manifiesta con frases como "Pero yo sé que él en realidad me quiere..." o similares.
¿Realmente sirve de algo decirle al reflejo que la posición en la que está, está mal, establecer una comparación en base a lo vivido y aconsejar qué se puede hacer para correrse de ese lugar cuanto antes? No, no sirve. Porque la decisión a partir de la cual surge el movimiento nace luego de un arduo trabajo y solamente después de haber tocado fondo innumerable cantidad de veces y de revolcarse en la mierda, sabiendo que somos peores que los chanchos.
Dos personas distintas, que ni siquiera se conocen entre sí, conforman mis dos espejos
retrovisores... porque a través de ellos yo estoy viendo en tiempo presente mi propio pasado.
Una de ellas apareció recientemente en mi vida y me narra cotidianamente cada suceso, con lujo de detalles, y su historia es tan pero tan similar a la mía, que me cuesta incluso a veces deshacerme de la imagen mental de que aquello que escucho no es una fotografía de un momento de mi vida tomada hace algunos años.
La otra, es una de las personas que más quiero en este mundo, y es por la que más sangro por la herida cada vez que escucho algo de lo que tiene para contarme al respecto. Me duele, me desgarro por dentro al verla actuar así. Y ya no sirve de nada; con ella no está permitido el "Yo te dije...". Con ella solamente valen los abrazos y escuchar en silencio, intentando que mi cara permanezca lo más neutral posible, cuando ambas sabemos que es imposible que esto ocurra porque sus ojos parecen rayos x tomándome radiografías.
No sé cómo se hace ni qué se hace para ayudar en estas situaciones. Pero a veces la mente estalla y una pequeña manera de liberar las esquirlas puede ser esta.
Odio verte sufrir, odio verte en esta situación. Y te juro que uno de mis deseos para este nuevo año ha sido que tengas la fortaleza necesaria para salir de esto. Te merecés lo mejor del mundo, valés más que miles de tesoros... Confío en que vas a poder y por eso trato de ser paciente, para seguir estando a tu lado en el momento en que logres abrir los ojos, tomar fuerzas, saltar bien alto, resurgir y salir a la vida mostrando tus mejores colores.
Porque es tan simple como eso: necesitás recobrar el color de tu alma. Y entonces volveremos a ser espejos, pero de los que reflejan felicidad.
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