Desperté de un sacudón en medio de la noche, sumergida en silencio.
Soñaba con cenizas. Cenizas que flotaban, átomos grises que volaban por el aire.
Me senté en la cama y pensé unos minutos: ¿Cenizas de un muerto? ¿Cenizas de un cigarrillo consumido? ¿Cenizas de las llamas de una hoguera apagada? ¿Cenizas, recuerdo de un mal fogón de canciones tristes?...
“Donde hubo fuego...”, ya no quedan cenizas.
“Y soplé cenizas de mi ayer...”
Volví a acostarme, sumergiéndome nuevamente en el silencio. Pero también en una asombrosa tranquilidad.
Me dormí, rezando un Ave... Fénix.
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