Desde siempre le tuve mucho miedo a los bichos. A todo tipo de insectos y esas cosas. Bah, en realidad, a los bichos chiquitos no, sino a los más grandes. Por ejemplo: el mosquito no me da miedo, pero la mariposa esa de noche (polillón) sí. ¿Se entiende la diferencia de tamaño establecida? Ok...
El tema de la bichofobia no era problema cuando era chica, ya que apenas alguno de estos insectos o alguna cucaracha (ODIO a las cucaaaas!!) aparecía por la casa, era cuestión de pegar el grito y que algún otro integrante de mi familia (mamá, papá, hermana mayor) viniera corriendo en mi ayuda y matara al bicho. Y listo.
El asunto comenzó cuando me mudé sola, o sea, hace unos 5 años y pico... Yo sabía que en algún momento iba a aparecer algún bicho. Lo que no sabía era cómo iba a reaccionar, solita, en ese momento. Por suerte mi primera grata sorpresa me la llevé cuando me di cuenta que en mi depto no hay cucas (no hay, no hubo y toco madera que nunca las haya!). Así que ahí ya me quedé más tranquila.
Pero bien, llegó el día en el cual finalmente uno de estos polillones que mencioné antes entró en mi casa (de noche, siempre de noche, como en las películas de suspenso!) y... yo no me podía ir a dormir con el bicho sobrevolándome! Así que de algún lado me calcé el traje de valiente, agarré trapo en una mano y zapatilla en la otra (porque odio los insecticidas), y así gané mi primera batalla: trapazo hasta que la dejé media tonta y cayó al piso y ahí... plaf! zapatillazo.
Oh!... Entonces me di cuenta de mi real problema. En realidad, no le tengo asco ni miedo al acto de
matar al bicho. Mi fobia real comienza cuando el bicho ya es cadáver y... hay que
juntarlo y tirarlo a la basura!
Les juro: es fobia. Me da mucho, mucho asco. Empiezo a gritar como una loca. Me acerco pero no puedo agarrarlo, ni con trapito, ni con papel higiénico, ni nada...
Son en esos momentos donde más extraño poder gritar: "Mamáaaaaaaaaaaa!!" y que (Santa) Cecilia venga en mi ayuda.
Necesito un superhéroe que me junte los cadáveres de los bichos que maté.
Etiquetas: Porque sí