Como pocas veces me pasó con cualquier serie que vi, si hay una con la que me sentí identificada en varias oportunidades fue con
"Sex and the City". Claro, salvando las distancias de que no vivo en Nueva York, que tengo unos diez años menos que sus protagonistas y que mi caja corriente en pesos no tiene el saldo suficiente para poder comprarme ropa en
Prada y zapatos y carteras en
Gucci... Pero bueno.
Carrie Bradshaw escribe una columna en el
New York Times y yo hago lo que puedo en este blog.
Me vi las seis temporadas completas, con sus respectivas reposiciones. Las vi en inglés, dobladas o con subtítulos, en compañía de varias amigas de diferentes clases, estilos y lugares, y todas alguna vez nos identificamos con sus personajes: Carrie, Miranda, Samantha y Charlotte, e intentamos respondernos las preguntas que Carrie lanzaba como título de sus artículos para la columna.
A esta altura creo que no hace falta aclarar que me siento identificada con el personaje de Carrie. Hemos vivido situaciones parecidas, hemos resuelto conflictos de maneras similares, y hasta nos mandamos los mismos mocos alguna vez!
En el último capítulo de la sexta y última temporada, Carrie termina junto a Mr Big. Ambos se dan cuenta que son almas gemelas. Que a pesar que él se mandó las mil cagadas y que sufre de compromisofobia y es mujeriego, y que ella lo echó, lo extrañó, lo buscó; que él se fue y la plantó, pero después volvió con el equino exhausto y se volvió a ir, después que ella llorara desconsoladamente al lado de su cama en un hospital porque él había sido sometido a una operación en el corazón... en fin... dieron mil vueltas, y él realmente no se merecía el amor de Carrie, pero teminan juntos... Hoy, lunes 7 de junio de 2004, quiero dejar asentado por escrito en este blog que, pase lo que pase, y por más vueltas locas que dé mi vida, yo no pienso terminar en brazos de
mi Mr Big.
He dicho.
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