Ayer, con mucha emoción, corrí al kiosco e hice algo que hacía tiempo tenía ganas de hacer: quería probar los nuevos Pepitos, esos que ahora vienen con una
"lluvia de chips de chocolate" (malditos publicitarios, me convencen de todo!!!).
Me compré un paquete, dispuesta a merendar arriba del 151 mientras iba a mi clase de Teatro.
OK. Consigo lugar en la última fila de asientos, los del fondo, esos que son cinco juntos. Abro paquete y engullo.
Los Pepitos siguen estando mortales. Y sí, es cierto que vienen con más chips de chocolate. Pero de hecho, vienen con
tantos, que la galletita se desarma por completo ante cualquier mínima vibración o movimiento. Debe ser porque tienen menos masa que los ligue entre sí.
Y si hablamos de vibraciones y movimientos... ¿qué peor que la última fila de asientos de un colectivo?
Resultado 1: La lluvia de chips se transformó en una lluvia de miguitas sobre mí.
Resultado 2: Casi no pude comer nada porque cada galletita que agarraba se desintegraba en mi mano (y eso es lo peor que le pueden hacer a una persona con hambre y encima golosa!).
Resultado 3: Prefiero los Pepitos con menos chips pero mayor integridad! Buuu!
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