Cíclico. ¿Qué no lo es?
Una mañana ella se despertó pensando que su primer amor intenso había comenzado en invierno. Fue largo, frío y oscuro. De esos que cuando hablaba, le salía humito por la boca. Después de algunos resfríos, ese mismo amor culminó también en invierno. Otro invierno. Él había decidido aferrarse a otro iceberg, a otra mujer de hielo. Y tiempo después partió con ésta otra y juntos construyeron su propio iglú, lejos.
A pesar de la distancia, él cada tanto sigue contactándose con ella para decirle que a ninguna otra mujer de hielo pudo amar con la misma intensidad.
Buscando el opuesto, intentando dejar atrás los pesados pullóveres, guantes y bufandas, ella se despojó de todo y su segundo amor intenso comenzó en verano. Él era un sol. Sabor a coco, relajo, naranjas. Ella le mostró hasta el más escondido de los rincones de su piel. Pero olvidó usar protector, y tras varias exposiciones de esas que dejan dolor de cabeza, fiebre, hinchazón, rojazo, escama y la piel que se cae y se vuelve a regenerar, al tercer verano su epidermis ya no resistió más y toda ella completa ardió. Aún hoy conserva cicatrices de aquellos días.
Y a pesar de que el sol brilla para todas, él todavía le pide ser quien genere su sombra.
Intentando ahora con un término medio, se animó a que un tercer amor intenso arrancara en otoño. Aprendió a disfrutar de los suaves colores que toman las hojas de los árboles al caer. Y durante los primeros días, esos que todavía son templados, fue fácil. Pero en cuanto comenzó a refrescar y se largaron los primeros chaparrones y un viento helado comenzó a soplar, ella se asustó y salió corriendo a buscar refugio. Sola, apartada. Lentamente, él caminó hacia donde ella había partido y la encontró. Y sin forzar nada esta vez, le ofreció su abrazo como abrigo, su pecho como reparo. Ella lo aceptó, dudando, pero lo aceptó. No le parecía justo que él tuviera que sufrir a la intemperie por los dos.
Pero esa mañana ella amaneció pensando en todo esto y, trazando ciclos, imaginó que quizás éste, su tercer amor intenso, no moriría al menos hasta el próximo otoño. O nunca. Y que quizás es mentira que la primavera es la estación del amor. O quizás no.
No lo sabe. Simplemente porque ella nunca tuvo un amor de primavera.
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