Ya ni siquiera puedo acordarme qué vino primero. Sólo sé que de chiquita pasé gran parte de mi tiempo libre yendo de médico en médico. De especialista en especialista. Y de terapeuta en terapeuta. Sí. Ese tiempo que supuestamente debería haber dedicado a jugar más, a mirar más la tele, a estar con mis amiguitos, me lo invirtieron en consultas médicas.
Nada en especial. Usé dos pares de aparatos distintos durante unos cinco años. Sí, claro que era top usarlos y hablar con la
eshe, pero el primer par sobre todo era siniestro: tenía como unos ganchos que salían desde el paladar, un espanto! Y, como saben, eso requería visitas a la odontopediatra cada 15 días para ajustarlos.
También usé anteojos de lectura. Y de paso me mandaron a hacer un tratamiento de ejercicios para los ojos por no sé qué tema.
Hice fonoaudiología porque era respiradora bucal y tenía deglución atípica (sí, la fonoaudióloga fue a una fonoaudióloga!).
Intentaron detectar si mi sinusitis crónica se relacionaba con alguna alergia. Entonces me dieron esas series de mil quinientos pinchazos sólo para diagnosticar que no sabían a qué era alérgica.
Y cuando ya estaba rozando la adolescencia, me dijeron que tenía que usar plantillas para mejorar no sé qué cosa del metatarso vencido. Y ahí me cansé, y revoleé todo por los aires y dije:
No! Basta! No quiero más tratamientos! Plantillas un pomo! Y nunca me las hice.
Al final crecí, y la verdad que no estoy tan fallada ni tan maltrecha como podrían imaginarse.
Hoy por hoy sospecho que los médicos hicieron flor de negocio con mis papis. Sobre todo con mi mami, que pobrecita, me llevó en el 60 para todos lados con tal de velar por mi salud e intentar que su hija no se convirtiera en un monstruo deforme y con problemas de salud. Sospecho que le deben haber generado tanta angustia con esas amenazas del tipo:
Mire señora que si su nena no hace tal tratamiento, le puede quedar tal secuela, que la pobre fue y vino y sacó mil turnos con todos los médicos con tal de verme bien.
Hoy por hoy pienso en todo ese tiempo que perdí y que en realidad podría haber aprovechado para jugar más. Y con esto no estoy haciendo un boicot médico: soy una profesional de la salud y considero que los tratamientos precoces son muy importantes. Tampoco quiero decir que jugué poco. Simplemente me pregunto qué habría sido de mí si no hubiese hecho ni la mitad de todos estos tratamientos o consultas que hice. ¿Sería hoy una chica sana? ¿Realmente me habría evitado tantas dolencias y males? ¿O mi vida seguiría siendo tal cual la que es ahora?
Igual: gracias, mami. Hiciste lo que consideraste mejor para mí. Una santa Cecilia.
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