Cada mañana, cuando me voy a trabajar, se me repite la misma rutina. Es decir, que si la teoría expuesta en
Matrix fuera cierta, cada mañana de lunes a viernes de 7.45 a 7.55 hs soy testigo de una gran serie de cambios en la matriz... o
deja vus.
Por empezar, siempre cuando llego al hall de entrada de mi edificio me cruzo con una de las vecinas del primer piso, que se ve que sale a la misma hora que yo rumbo a su trabajo. A veces llega ella antes que yo y es quien me abre la puerta para salir. Y otras veces, es al revés.
Luego, caminando por Vidal hacia la esquina de La Pampa, me cruzo con una chica renga que trabaja en la escuela de al lado de casa. Creo que ya deberíamos saludarnos, porque cada mañana nos sonreímos con la mirada.
Llegando a la esquina, me cruzo con mi vecino de arriba, que viene de comprar el diario, y, como es kinesiólogo, cada mañana juego a intentar adivinar qué color de ambo se puso ese día. A veces acierto, otras no. Nos saludamos, y él me carga y me dice:
"Hoy estás bien" u
"Hoy estás llegando tarde", dependiendo de si el lugar exacto de la cuadra donde nos cruzamos está más cerca de casa o más cerca de la esquina.
A esa hora indefectiblemente pasa un VW New Beetle amarillo que viene por La Pampa. Y al llegar a la esquina de esta misma calle y la avenida Crámer, me agarra el semáforo así que siempre tengo que esperar para cruzar, y una camioneta Traffic blanca de esas que bañan a los perros, viene por Crámer y dobla en La Pampa. Y cuando pasa justo por delante mío, escucho una ráfaga de
guau guau guau, siempre igual.
En la cuadra de La Pampa entre Crámer y Conesa, me la cruzo a Cecilia, la profesora del gimnasio de la esquina de casa, que va a dar la clase de las 8. Y después hay un encargado de un edificio que me hace reír mucho internamente porque siempre que paso está limpiando la vereda con la manguera, escena más que común en la ciudad a esa hora, pero con la variante que este señor, en ese momento, siempre toma un sorbo de agua de su manguera justo cuando yo paso! Sí, hagan todas las analogías que gusten. Queridos lectores: éste fue el encargado que me inspiró a escribir, allá lejos y hace tiempo, uno de los primeros posts de
El Mar Azul: "La manguera vs. el balde" (ver archivo del 18 de marzo).
Llegando al paso a nivel del ferrocarril Mitre, estación Belgrano R, dos adolescentes de un colegio de la zona salen del edificio donde viven y le hablan al portero eléctrico.
"Chau", dicen.
"Chau", les responde su mamá desde el departamento.
Luego tengo que esperar para cruzar, porque a esa hora siempre pasan los trenes. Y, para quienes no saben, los trenes provenientes de ambas direcciones se cruzan en esta estación a la misma hora, por lo cual si no me toca esperar a que pase el que va hacia Retiro, me toca esperar a que pase el que va hacia Mitre. Pero nunca puedo cruzar de una.
La última cuadra hasta que llego a mi trabajo es aburrida. Ahí no hay rutinas. Salvo una, que volvió a mi mente esta mañana, y que se repite sólo por un lapso de tiempo en el año. Esa misma que me alegró, que me dibujó una sonrisa muy simple esta mañana.
En la cuadra de La Pampa, entre Zapiola y Freire, hay una casa con un jardín enorme en el frente que tiene plantas de jazmines. Y a mí me basta con sentir el perfume de su flor para saber que la primavera está queriendo llegar.
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