Entonces decidió que era mejor si aumentaba la velocidad. Las botas le pesaban pero... qué importaba! Quería estar allí cuanto antes.
Comenzó a moverse rápidamente. Los cuádriceps aumentaron un grado su temperatura. Sentía el movimiento de las articulaciones de sus tobillos. Los gemelos se entumecían. Se aceleraba el corazón. Los pulmones se expandían. Percibía cómo el sudor resbalaba por su piel. La sangre se acumulaba en sus mejillas. Las manos y los brazos se agitaban intentando balancear su cuerpo.
¿Por qué había elegido caminar? Habría hecho mucho más rápido si decidía utilizar algún medio de transporte. Lamentaba su decisión.
Vamos, más rápido. Tenía que estar allí cuanto antes. Sentía cómo cada segundo que marcaba su reloj se transformaba en eterno.
Se agitaba. Comenzaba a sentir el cansancio.
Ya falta poco. Un último esfuerzo. Vamos. Más rápido. Ya llegamos. Ahí está.
Uuuuuf... por fin!
Sí. Llegó.
Y se dio cuenta que había vuelto al punto de partida. Exactamente al mismo lugar desde donde había salido.
¿Por qué? -preguntó-
Si esta vez me esmeré, lo hice lo más rápido que pude! Rompí mi propia marca! ¿Por qué estoy otra vez acá? ¿Qué hice mal, qué me faltó?¿De qué te sirve llegar a una meta, si no sos capaz de detenerte a apreciar el trayecto, el camino, el proceso hasta alcanzarla? -le respondieron-
¿Si no sos capaz de disfrutar del recorrido, de cada paso que das? ¿Si estás tan apurado que no podés mirar hacia tus costados y apreciar el paisaje? Vamos. Volvé a empezar, ¿querés?Etiquetas: Cuentos