El derecho a la
libre expresión, es uno de los más valiosos que tiene el ser humano. Si se conoce algo de la historia de este país (y hablo de una historia reciente, de hace unos 25 años aproximadamente), este concepto comienza a tomar mucha más fuerza y valor.
Los que no nacimos en un sistema democrático y vimos o escuchamos cómo la abolición de este derecho hizo desaparecer familiares y amigos de nuestros padres, tenemos un desprecio muy particular por la
censura. Y creo que quizás hay otros, que nacieron ya en democracia y que seguramente poca idea tienen de la historia de su propio país, que toman muchas cosas por sentadas, y que tienen aún la fantasía adolescente de creer que son los dueños del mundo (de un ficticio
Mundo B) y que por ende pueden hacer uso y abuso de la censura, jugando con ella como si fuera una Barbie o un autito a fricción.
Pobres. No se dan cuenta de lo que están manipulando.
Si tenés un espacio de expresión como es un
blog, al cual además le pusiste un sistema de comentarios (o sea que querés recibir el feedback de la gente que te lee), tenés que estar dispuesta a recibir todo tipo de críticas. De las buenas, y de las malas, si las hubiera.
Una persona madura, cuando recibe criticas que no le agradan, puede tomar dos caminos: ignorar al otro, o responderle con altura y argumentos que justifiquen su punto de vista de la situación.
La censura no es un indicador de madurez. Para nada.
La censura es violencia. Porque quien censura se cree capacitado para ejercer ese poder, se cree por encima de los demás, es lamentablemente egocéntrico.
La censura es triste. Es agresiva.
Es el último recurso de los cobardes que no saben afrontar una opinión distinta a la suya.
Qué pena, yo pensaba postear algo mucho más feliz hoy. Pero tengo que escribir esto. Y ni da linkear a quiénes me estoy refiriendo porque lo último que quiero es hacerle publicidad a una
represora.
Si leíste esto y no entendiste nada, podés ir a
este blog y leer el post de Maga de ayer para poder seguir la novelita. Hasta acá, mi parte.
Etiquetas: 5 minutos de odio