Sufro de una terrible enfermedad crónica que se llama
Curiosidad. Era hora de que se enteraran, tenía que blanquearlo en este blog.
Uno de mis síntomas principales es que cuando voy a la casa de alguna otra persona por primera vez, siempre tengo que pasar al baño. Y ya allí, no puedo resistirme. Tengo que
sí o sí aprovechar la ventaja de la privacidad que me otorga estar en ese recinto para revisar.
Corro la cortina de la ducha (o la mampara, según el caso) y miro si hay estantecitos con cosas.
Si hay gavetas, tengo que abrirlas e inspeccionar también.
Pero mi mayor debilidad son los vanitory. Me es absolutamente irresistible abrir las puertitas y cajoncitos y ver qué guarda la gente allí.
Si sirve de algo para lavar un poco mis culpas, les cuento que en casa tienen las tres opciones (estantecitos en la ducha, gaveta y vanitory) y que no me molestaría saber que algún otro enfermito como yo hace lo mismo cuando pasa por
mi baño.
Es más, si quieren les puedo contar directamente lo que pueden encontrar en estos lugares, así se ahorran la molestia: shampúes, cremas de enjuague, baños de crema, ampollas, jabones, medicamentos, planchita y secador de pelo, maquinita depiladora, desodorantes, rollos de papel higiénico, bronceadores, cremas de todo tipo, mouse, gel y cera para el pelo, dentífrico, hilo dental, repuestos de la canastita del inodoro y de Glade Toque, pinza de depilar, tampones, toallas femeninas, Carefrees, Curitas, alcohol, agua oxigenada, algodón, sales y espuma para baño, cosméticos... y un sinfín de etcéteras. Pero básicamente, eso es todo. No tengo nada que ocultar. Y es más: conociendo esta enfermedad por padecerla, sepan que todo lo que haya
para ocultar no está precisamente escondido en el baño!
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