Güelcam evribadi a
Chamuyo Stand-Up! ¿Qué es esto? Ay ay, tengo que explicarles todo... leé
acá, papafrita y enterate!
Como bien ya les comentó mi metroamigo personal, chamuyero y tiragalgos de primera línea, el
Toro, es mi turno de contarles ahora toda la verdad y nada más que la verdad (sí, juro!) acerca de
"La utilización del toro mecánico en el campo argentino como tecnología para la estimulación de las vacas y el posterior agigantamiento de sus glándulas mamarias, resultando de esto un boom en la producción lechera".
Mi investigación comenzó hace algunos años, cuando alejándome del stress que provoca esta metrópolis, me refugié unos días en el campo argentino, más precisamente en la localidad de Gualeguayconelrevoleodelponchochú. Hacia ese lugar partí con mi bolsito y un anotador como único equipaje, dispuesta a livin' la vida tranca (o detrás de la tranquera).
Me recibió un tal Gumersindo, mascullando un
"Güen día, gurisa" de entre su desdentada sonrisa y enseguida me acompañó hasta una sobria y discreta habitación en un ranchito. Ese sería mi refugio, allí encontraría la paz que mi alma (naque) necesitaba.
Los primeros días me dediqué a pasear por los campos, deshojar girasoles al ritmo de
"me quiere, no me quiere, mucho, poquito, nada, histérico, metrosexual, guei!", comer pollo al disco (sirve!), asado con cuero 100% genuino y desayunar con pancito de campo caliente y leche recién ordeñada. Por las tardes dormía largas siestas santiagueñas. Y fue durante esos ratos de sueño cuando empecé a notar cierta hinchazón en mi pecho. Sí. Algo muy raro eh. Hablando mal y pronto: cada día notaba que me crecían más las tetas!
Don Gumersindo comenzaba a mirarme con cariño. Bah, en realidad yo notaba que en vez de mirarme a los ojos, le hablaba a mis pechos. Pero yo me hacía la tonta (que me sale bastante bien), porque sinceramente no había ido al campo a pasar días lujuriosos, y además, don Gumersindo no me erotizaba en lo más mínimo.
Una mañana, don Gumersindo me pidió que lo acompañara hasta el tambo a ordeñar a las vacas. Acepté con gusto. Fue en ese momento cuando noté que no solamente a mí me estaban por estallar las remeritas, que ya me quedaban demasiado ajustadas debido a mi incipiente delantera al estilo María Eugenia Ritó, sino que las señoras vacas portaban también con tremendas ubres! Tan pero tan grandes que rozaban el piso!
Asombradísima, decidí que era tiempo de dejar de lado los rodeos y le pregunté a don Gumersindo qué cuernos pasaba en ese campo con el tema de la vaca, la leche, la teta y la mar en blog (digo... en coche)!
"Muy zimple, zeñorita. Aquí hemo' dezayoiado un programa de estimulazión de las glándulaz mamariaz en la' vacaz. Y a uzté, que ademáz toma la leche rezienzita ordeñada, le eztá haziendo efecto también, por lo vizto...!", comenzó a explicarme.
"¿Cómo es eso? Explíqueme mejor, que no entiendo nada!", lo increpé.
"Y... ez que con la iegada del cable al campo, ze nojiluminó la idea...".
"¿El cable? ¿La televisión por cable? ¿Qué tiene que ver eso?", pregunté.
Don Gumersindo suspiró y se sentó a explicarme:
"¿Vio que hay un canal que ze iama emetevecorta?...""¿MTV?""Zí, eze mizmito!"Entonces don Gumersindo me contó que, mirando MTV en ronda de mate con otros gauchos, vieron el video de "Don't tell me" de Madonna. Ése, donde la diva está vestida de cowgirl y se agita sobre un toro mecánico. Particularmente les llamó la atención el tamaño de los pechos de la blonda e, ignorantes como son (o no) y luego de unos cuantos mates con
yuyos (cof cof!), llegaron a la conclusión de que evidentemente debía haber alguna relación entre el toro mecánico, la música y las glándulas mamarias prominentes.
Se pasaron los siguientes meses desarrollando en el laboratorio de don Segismundo (el del rancho vecino) un microchip que contuviera las imágenes del mencionado video de Madonna. Cuando esto estuvo listo, no tuvieron más que arriar a las vacas, enfilarlas en el matadero e inseminar artificialmente a cada una de ellas utilizando, obviamente, un toro mecánico para que, luego de algunos agitados movimientos sobre el lomo de su compañera de turno, el torito les insertara el chip... porque lo importante es el chip, mamucha, mamaza, vacaloca qué yegua que sos!!!
Al tiempo los gauchos comenzaron a notar que la inseminación había hecho efecto. A sus vacas les crecían día a día sus glándulas mamarias, y así ellos obtenían más leche en cada ordeñe y, por consiguiente, más platita.
"Perfecto. Pero ¿y eso qué tiene que ver conmigo? Una cosa es que funcione en las vacas, pero de ahí a que me crezcan los pechos a mí... ¿qué me está queriendo insinuar?", le pregunté indignada.
"Io no zé, zeñorita", me respondió riéndose,
"E' la primera vez que vemoz que haze efeto en una dama! ¿Zerá que uzté tiene alma de vaca? O de ternerita...".
Hice una mueca y decidí que era tiempo de volver a la ciudad. Si permanecía más tiempo ahí, corría un doble riesgo: que ya no tuviera ropa adecuada para ponerme, y que Gumersindo, Segismundo y toda la ranchada de testosterona alterada (como buenos gauchos) se me tirara encima cual equipo de rugby. Además, quería aprovechar para lucir mi nueva delantera en la ciudad. Finalmente lo había conseguido: se me habían agrandado los pechos! Y todo esto sin pagarle un peso a un cirujano!
Agarré mi bolso, mi anotador, y me fui. En el micro me quedé dormida, y cuando llegué a Buenos Aires y me desperté, me di cuenta que mis pechos habían vuelto a su tamaño original.
Así que ya saben: ojito con los efectos de la ingesta de leche recién ordeñada de vacas con chip con el videoclip de Madonna inseminadas por toros mecánicos en las personas que tienen alma de vaca! Yo ya les avisé eh!
Y ahora el amigo
Rabino abrirá su Caja de Palabras para explicarnos de una buena vez
la verdadera historia acerca de la letra chica que no leyó Juan Carlos Pérez Loizeau cuando firmó el contrato de filmación de la publicidad de queso Cottage Mendinet y cómo esto perjudicó a toda una generación de jóvenes argentinos entre 25 y 35 años, ocasionándoles severos trastornos en su psiquis. No se lo pierdan!
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