Unas semanas antes de tomar mi primera Comunión, nos hacían pasar por nuestra "primera confesión". A mi me tocó ir primera de todo el grupo. Me senté al lado del Padre Jorge (quien, debo aclarar, me adoraba con toda su alma; era su preferida y no tenía inconvenientes en demostrarlo) y le dije algo así:
"Le quiero pedir perdón a Dios por todos mis pecados. Por las veces que desobedecí lo que me dijeron mi mamá y mi papá. Porque a veces me peleo con mi hermana y le digo cosas feas. Por todas las malas palabras que dije. Y por mentir.""¿Qué clase de mentiras, Naty?", me preguntó el Padre Jorge.
En ese momento me puse muy nerviosa. No podía recordar puntualmente ninguna mentira como para declararla, pero tenía que decir algo! Sentía como si me hubiesen estado tomando lección... pero ante Dios... así que no se me ocurrió mejor idea que... mentir! Sí. Mentí sobre una mentira, en mi primera confesión! Le empecé a inventar no sé qué verso de una pelea estúpida entre mis amiguitas del colegio y yo, la típica de llevar y traer, cualquier cosa...
Finalmente el Padre Jorge aparentó creerse mi mentira (ja!) y me dio la absolución:
"Rezá tres Avemarías", me dijo.
Dicen que cuando uno arranca con el pie izquierdo, ya después es difícil enderezar. Si así fue mi primera confesión, imaginen cómo fueron las (pocas) siguientes. Siempre en el momento de arrodillarme y empezar a contar, la mente se me pone en blanco y no recuerdo nada puntual por qué pedir perdón. Y no es que no me mande mocos eh! Y además, consecuentemente, mi penitencia fue siempre rezar equis cantidad de Avemarías.
A los 17 me cansé. Y decidí que no iba a volver a confesarme por un buen tiempo. O al menos, no delante de un cura. Esa decisión la tomé en conjunto con la de dejar de meter a la Iglesia como institución entre mi fe y mi Dios. La fe la conservo intacta. Sigo siendo católica apostólica romana. Simplemente dejé de necesitar a la Iglesia como instrumento. Si me quiero confesar y pedirle perdón a Dios por algo que sé que hice mal, lo
charlo con él en privado. Y rezo la cantidad de Avemarías que se me antojan y, en todo caso, me autoimpongo otro tipo de "penitencias" (como hacer obras de bien). Lo mismo para agradecer, para pedir, para todo.
¿Y todo esto por qué surgio? Por culpa de Caro, que revolviendo papeles viejos encontró la estampita de mi primera Comunión:

Etiquetas: Yo niña