Chiquito miraba por la ventana con sus ojos tristes. La cabeza sostenida por su puño cerrado. El codo apoyado sobre la mesa.
Chiquito odiaba que lo llamaran Chiquito, solamente por ser el menor. Él tenía un nombre que prefería por sobre ese apodo al que no lograba encontrarle el matiz cariñoso.
Chiquito observaba cómo las gotas de lluvia resbalaban por el vidrio y la bronca se multiplicaba en su interior. Odiaba los días de lluvia. No quería ir a la escuela y tener que ponerse las botas Pampero amarillas.
Chiquito cerró los ojos y se transportó a un día soleado. Las botas amarillas se convirtieron en botines negros. El césped del estadio creció bajo sus pies. Tomó carrera, pateó y la tribuna estalló en un único grito de victoria.
Chiquito corrió, se sacó la camiseta y la agitó en el aire.
Cuando se la volvió a poner, el mundo entero pudo leer el estampado por encima de los bastones que enmarcaba al número nueve: Francisco.
Dedicado a este blog, en su primer cumpleaños. Al blog eh! A vos no, nene!... Bueno, a vos también.Etiquetas: Cuentos