El sábado a la noche estuve en la fiesta del cumpleaños número 60 de la mamá de mi mejor amiga (y room mate) Caro. Fue una onda cumpleaños de 15, sólo que de 60. Había un animador que nos dividió en cuatro equipos y nos hizo participar de unos juegos. Obviamente el equipo en el que estaba yo (que estaba compuesto por los "jóvenes" de la fiesta), ganó.
Comimos y bebimos hasta el hartazgo.
Entre los invitados, les juro que estaban el señor y la señora Papa, directamente salidos de Toy Story 2.
Bailamos los clásicos de los sesenta. Y siempre pasa lo mismo. Los viejos se re copan bailando, pero les da como vergüencita. Entonces se te acercan y te hacen comentarios del estilo:
"Ustedes se deben pensar que nosotros estamos todos locos...". Seh, unos locos bárbaros! Diviertasé, señora, y no se preocupe por lo que yo pueda estar pensando!
En un momento del show, el animador trajo un maletín del cual entró a sacar objetos sesentosos. Onda: una spika, una botella de Bidú Cola, los discos de vinilo de Alta Tensión, El club del clan, y esas cosas. El chabón se hacía el canchero, onda:
"Eh, ustedes (a nosotros, los jóvenes)
todas estas cosas no las conocen". Pero mentira. Hay muchas cosas de fines de los sesenta que perduraron durante los ochenta. Los ejemplos que me acuerdo ahora son: la Tab (primera bebida bajas calorías) y las figuritas troqueladas con brillantina.
Con Caro hacíamos luego una comparación histórica. Porque la mayoría de los objetos que sacó el animador son cosas que existían cuando esta gente tenía 20 años.
Si nosotras tuviéramos una fiesta de 60 años (en el 2037, qué grosso!), no existiría que un animador pele objetos de los noventa. Porque los noventa fueron una década sin identidad propia. No hay nada que los represente. Nada. Sería mucho más emotivo que saque cosas de los ochenta, de nuestra infancia. Y ahí sí que sobra material. El Simon, los Topi, los jeans nevados, las Botanguita, las Full Plastic, la rotuladora, los juegos de Top Toys, los Poketeers, el álbum de figuritas del Mundial España 82 (que se completaba con los plastiquitos que venían atrás de las chapitas de Coca Cola), Clemente y las galletitas Okebon, son sólo algunos de los ejemplos que se me ocurren nombrar ahora. Sugieran y entre todos podemos ir armando nuestros propio arcón de los recuerdos, para cuando cumplamos 60.
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