El manejo de las palabras es un arma poderosa. Pero se requiere de una habilidad intelectual mucho mayor para poder hacer un adecuado uso de los silencios.
El silencio hace transitar al interlocutor por una serie de estados increíbles. El silencio puede transmitir y generar las más diversas emociones. Desde infinito amor hasta el odio más profundo. Descoloca a quien debe soportarlo. Genera confusión y lo ubica en una zona de indefensa incomodidad.
A simple vista, parecería que quien calla se ha quedado sin respuestas. Sin embargo, un silencio bien utilizado, lejos de demostrar ignorancia, denota una poderosa inteligencia. Si el silencioso mensaje es transmitido correctamente, el otro sentirá cómo en ese instante estamos atravesando una maraña de pensamientos que, seguramente, sean demasiado fuertes o inconvenientes como para ser expresados.
El silencio no es muerte. No es absoluto. Es simplemente la ausencia de palabra hablada. Todo otro sonido podrá ser percibido: el ruido ambiente e inclusive la respiración. Pero no hay palabra. Y eso es rico.
El silencio no tiene por qué ser indefectiblemente negativo. Existen silencios por demás sensuales. Y no solo el sexo; la amistad también requiere de momentos de silencio. La admiración, el asombro, el amor profundo y el enamoramiento también pueden llegar a expresarse muchísimo mejor evitando la palabra.
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