Estaba citada a las 22. Metí todo en una bolsa y me fui para Cabildo, a ver cuál era mi suerte para la última noche del año: si lograba conseguir un taxi vacío o si venía antes el 161. Pasa un taxi vacío, lo freno.
"¿Para dónde vas?", me pregunta.
"Palermo". "Naaah..." y arranca. Bueh. A seguir esperando. Me fumo un cigarrillo. Son cerca de las diez. Por un momento pienso que voy a terminar recibiendo el año sola, en Cabildo y La Pampa, porque nunca voy a lograr moverme de ahí. Finalmente pasa otro y logro frenarlo y no opone resistencia.
Llego al lugar indicado a las diez en punto. Me recibe la única conocida de la mesa. El resto, otros 4 personajes, se irán transformando en conocidos con el correr de la noche.
El dueño de casa me recibe con odio porque dentro de los ingredientes para la picada puse queso y salame (obvio!). Pero a él no le gustan, y no tolera que haya de
eso en su casa. Blah.
La mesa está repleta de cosas: la picada, el pionono, la tarta de choclo, melón con jamón, la ensalada, el pollo, el pan, las botellas.
La charla transcurre entre libros, escritores, Les Luthiers, música... Y se hace la medianoche y el 2005 se recibe escuchando a Django.
Hay risas. Hay helado. Hace calor. Champagne. Y
Brandy Huevo Totote (adulterado, por supuesto!).
Salgamos. Nos vamos a dar una vuelta al Rosedal. En los bosques no hay nadie. Nadie de nadie. La Av. del Libertador está llena de autos que no sé hacia dónde van, si todo está cerrado. Algún que otro tarado que no entiende nada de nada, tira cohetes. Y en algún momento de la noche no pudimos disimular las miradas cuando escuchamos la sirena de los bomberos. Por más que uno quiera hacer de cuenta que no, el tema está.
Nos sentamos a la orilla del lago, usando las raíces de un ombú de asiento. En algún momento llegaron dos más, con la heladerita portátil con refuerzos frescos. La consigna de la noche era cantar temas patéticos. Y desde las 2 hasta las 5 de la mañana hubo un desfile de temas que abarcó: canciones de misa, setentosos y ochentosos, publicidades viejas y cortinas de series y programas de tv. Vale aclarar: todo esto en estado de sobriedad total.
Volví a casa de día y con la bolsita con el queso y el salame que sobraron, que el dueño de casa me devolvió al partir.
Gracias a los siete personajes que me hicieron pasar una noche distinta y lograron despejar por ese rato de mi cabecita la angustia y las preguntas que siguen rondando acerca de lo que pasó.
Feliz 2005 para todos!Etiquetas: Porque sí