Creo que genéticamente es el responsable de haberme transmitido muchas cosas, entre las que quizás se destaquen: el pelo rubio, el mal carácter que a veces me aflora, el extremismo, la incapacidad de ahorro, la sonrisa, la adicción al cigarrillo, la adicción a internet, los buenos reflejos, el apellido...
Mi papá no sabe que tengo un blog. Por suerte, porque si supiera, no sólo me leería a diario (lo cual resultaría bastante incómodo), sino que me atosigaría a preguntas (como cada vez que me cambio el nick en el eMeSeNe y él me pregunta por qué y qué significan) y hasta me pediría que lo ayude a abrirse un blog propio y le enseñe a postear y ftpear imágenes.
Tenemos un vínculo muy especial. Soy su reflejo, a tal punto que, como nos conocemos tanto, sabemos medir perfectamente la reacción del otro. Y por eso mantenemos una especie de relación tensa, pero donde predomina el amor, y donde las discusiones cotidianas aparecen simplemente porque sabemos que nos encanta discutir, sino nos aburrimos. Tiene miles de defectos, pero también tiene miles de virtudes. Y yo simplemente me limito a quererlo tal cual es. Porque es mi papá. El que me llevaba a la cancha y al autódromo desde chiquita, el que me enseñó a putear, el que me inculcó importantísimos valores y se preocupó por darme la mejor educación que pudo y todas las oportunidades para hacerme volar y crecer.
Hoy mi papá cumple 64 años. Y a pesar de que no sabe que tengo un blog y nunca va a llegar a leer esto, seguramente se sentiría feliz de tener su
homenaje cibernético. A ese hombre que, entre otras cosas, me compró y equipó todas las computadoras que tuve y me enseñó hace muchos, muchos años, lo que era la internet. Ja!
Feliz cumple, Pá!
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