Cada tanto me pregunto qué habrá sido de todos ellos. Qué rumbos habrán tomado sus vidas. Y a veces me río imaginando que quizás alguno hasta se haya convertido en bloggero, por qué no. Pero, ¿cómo saberlo? En definitiva, esa experiencia, y a falta de la tecnología de hoy en día, tenía bastante que ver con esto de tener un blog.
Entre mis 13 y mis 16 años, fui miembro de International Pen Friends. ¿Qué es eso? Un lugar donde vos mandabas un formulario con todos tus datos y los idiomas que hablabas, y a vuelta de correo, recibías una carta con un papel amarillo (que todavía conservo) donde te remitían 10 direcciones de personas asociadas que también querían mantener un intercambio de correspondencia. Y, a la vez, tu dirección también era remitido a otros.
Así fue como durante esos 3 años conocí a personas de distintos lugares del mundo, con las que me carteaba en español, alemán e inglés. Chicos de mi edad, pero que residían en las más diversas latitudes.
El intercambio era bastante entretenido y además me ayudaba a practicar los idiomas. En esa época mejoré notablemente mi inglés y aprendí gran cantidad de
slangs (expresiones idiomáticas). Especialmente recuerdo con cariño a Bard (un noruego que, hasta donde supe, había entrado a trabajar a una línea de cruceros por los fiordos), a Kristin (una australiana con la cual cada tanto nos mandábamos encomiendas repletas de regalitos, varios de los cuales aún conservo) y a Birgid (una alemana a la que conocí personalmente cuando estuve por allí de intercambio hace 11 años, que me alojó en su casa durante todo un fin de semana y me llevó de paseo junto a su familia; hoy sé que está casada y que se mudó a otra ciudad). Con ellos fue con los que más frecuentemente me escribía. Pero también hubo varios más. Algunos eran más irregulares para escribir que otros. Algunos fueron desapareciendo en el camino simplemente porque dejaron de responder o porque yo ya no estaba interesada en seguir sabiendo de ellos. Y siempre me quedó el interrogante de que habrá pasado con una amiga lituana, quien en su última carta me había contado que las cosas se estaban poniendo bastante feas y que su vida estaba constantemente amenazada por la guerra. Después de esa vez, no volvió a escribir ni respondió a ninguna de las cartas que yo le seguí mandando. Prefiero mantener la duda acerca de lo que pudo haberle pasado.
La cuestión es que cada tanto se me da por pensar en ellos. Calculo cuántos años tendrán ahora y me pregunto qué será de sus vidas. Seguramente muchos habrán estudiado una carrera, estarán trabajando, se habrán ido de sus casas, se habrán casado o tendrán hijos. Qué sé yo. También a mí me pasaron muchas cosas durante estos años. Quizás alguno todavía conserve mis cartas, como yo guardo algunas de las de ellos.
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