Ahora que han aprendido a diferenciar el significado oculto de las frases lingüísticamente correctas como la que les enseñé en la clase anterior ("
Y desde cuándo...?"), se encuentran en condiciones de asimilar una nueva lección.
Continuando en la misma tesitura: ¿quién no se ha encontrado alguna vez con un/a novio/a o ex despechado/a, un/a amigo/a, compañero/a de trabajo o progenitor sobreprotector , que ha encabezado una frase con "
Ojalá que nunca..."?
Ejemplifiquemos: "
Ojalá que nunca tengas que pasar una noche entera desvelado, sin saber dónde estabas", "
Ojalá que nunca tengas que sentirte como yo, esperando una muestra de cariño", "
Ojalá que nunca nadie te haga a vos lo que me hiciste a mí"...
Mentira! Esa persona no tiene buenos deseos, sino todo lo contrario! No nos está queriendo ahorrar el disgusto o el sufrimiento por el que tuvo que pasar por nuestra culpa, sino que está ansiando que la vida le dé revancha, así nosotros pasamos por una situación similar y pensamos "
Pobre, fui un/a h*d*p y tenía razón, que te pase esto es horrible!". Esa persona está jugando con nuestra culpa, está intentando generar en nosotros un sentimiento que no tenemos.
¿Cómo se responde a esta frase? Depende. Si logró conmovernos, lo ideal sería el arrepentimiento, el pedido de disculpas y posteriormente rogar porque el otro no esté tan ofendido como para continuar maldiciéndonos y arrojándonos sus peores conjuros. Si, por el contrario, seguimos ininmutables, recuerden que la indiferencia es lo peor que se le puede ofrecer a una persona ofendida.
Estén alertas. Las lenguas bífidas abundan.
Etiquetas: Lecciones de vida