Hoy: S.Breve, pero muy significativa. Ésa sería la definición de mi relación con S. No tanto por lo que compartimos o por la intensidad de lo que vivimos, sino por todo lo que implicó para mí en el contexto de un análisis mucho más profundo.
S. fue el primer ejemplo en mi vida de lo que yo llamo las
relaciones puente. Las relaciones puente son aquellas que vienen a manera de salidas con otra persona luego de un largo noviazgo que deja secuelas. Esa persona que de pronto encontrás y de la que probablemente no te enamores, porque tu corazón todavía está bastante baqueteado como para dejarse conquistar, pero que te ayudan a desengancharte del otro, que te hacen volver a sentir linda y deseada, que te proveen de los mimos necesarios, y que te apuntalan y te vuelven a levantar luego de una caída. Y una vez que ya estás nuevamente de pie, la relación puente decanta por sí sola y se termina, sin más. Sin dolor, sin pasión, sin fuertes rupturas. Simplemente se abandona y queda ahí. Con esto no quiero decir que una
use a la otra persona de manera conciente. Pero la realidad es así y la relación puente hace las veces de analgésico, que una vez que el dolor pasa, se deja de tomar y se sigue adelante sin ella.
S. era algunos años más grande que yo, con el agravante que trabajaba para mi papá, por lo cual todos nuestros encuentros eran clandestinos. Lo más cómico es que si mi viejo se hubiese enterado que yo estaba saliendo con S., se habría puesto a saltar en una pata y habría hecho lo imposible por que sigamos juntos, ya que siempre lo quiso como al hijo varón que nunca tuvo.
Salimos un par de meses hasta que por alguna razón comencé a rechazar sistemáticamente todas sus propuestas. La relación puente había cumplido su función, y en aquel momento recuerdo que me molestaba mucho cada vez que él se escudaba diciendo que yo todavía no había superado a mi anterior novio. Pero quizás algo de razón tenía.
Luego vinieron largos silencios, con interrupciones cada tanto por algún llamado que todavía me hacía. Hasta que un día, varios años después, me confesó que estaba arrepentido de no haberse jugado a tener una relación en serio conmigo. Que el hecho de que yo fuera
la hija de... lo había asustado en su momento, pero que quería intentarlo, que estaba dispuesto a comprometerse. Semejante declaración me tomó por sorpresa. Él estaba haciéndose cargo de algo que yo nunca le había pedido y mucho menos reprochado. Él le estaba dando significado a cosas que para mí no lo tenían. Y tuve que explicarle todo para que pudiera partir, para que pudiera deshacerse de mí, todavía cargando con el asombro de la incociencia de lo que a veces somos capaces de generar sin proponérnoslo.
S. significó muchas cosas, pero a la distancia. Le tengo muchísimo cariño. Sigue trabajando para mi papá, por lo cual sé que hoy por hoy está felizmente en pareja y me alegro mucho por él. Podría decirse que somos amigos. Pero de esos amigos silenciosos, que uno sabe que están, pero a los cuales por respeto únicamente se recurre en casos de emergencia. Y estamos, seguramente, porque ninguno de los dos lastimó ni le hizo daño al otro. Me atrevería a decir que inclusive nos hicimos mucho bien.
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