No quiero estar al último grito de la moda. Porque si este invierno la moda me grita, me va a aturdir y después es muy lógico explicarse por qué me van a ver de rosa combinado con marrón chocolate, con polleras superpuestas por encima del pantalón, las botas por encima de la botamanga, encajes, puntillas y animal print. Eso pasa porque el grito te nubla la cabeza y terminás con una especie de ceguera temporaria que te hace tirarte todo el placard encima, cuando en realidad debería ser literal y el placard debería aplastarte antes que permitirte salir así a la calle. Digo: por tu bien y el del resto de la humanidad. Porque sepan que los gritos causan ceguera también, además de sordera (es en vano que alguien te diga "
eso te queda como el orto") y no hay síndrome peor que el que combina ceguera y sordera, creanme. Es terrible.
La moda grita, pero grita porque sufre. Porque a los sweaters rosas no les gusta ir de la mano de la pollera marrón de corderoy. Les duele cuando los pinchan para coserles un encaje en el pecho.
Mi sabia abuelita decía que
lo que es moda no incomoda. Pero a mí me incomoda la vista, y luego el estómago. Tengo un estómago muy sensible y no quisiera vomitarle a alguien justo arriba de su topcito nuevo simil piel de reptil. No por el top de
bichoquesearrastra, sino por mi pobre vómito que aterrizaría en un lugar poco digno.
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