José Hernández: me subo al subte y me siento. Acomodo mi bolso sobre mis piernas y lo abrazo, no precisamente porque le tenga tanto cariño al bolso en sí, sino más bien a los objetos que llevo adentro. Miro el reloj porque siempre me gusta cronometrar el viaje en subte. Pienso en nada y mis ojos se van por la ventanilla de enfrente como si hubiera algún paisaje interesante que apreciar, además del tunel negro con tubos fluorescentes.
Olleros: siempre tengo esa misma sensación cuando estoy sentada en el subte: no sé cómo acomodar mis piernas. Es como que la altura del asiento no es la óptima. Me quedan colgando, o tengo que apoyar las puntas de los pies, o cruzar las piernas como una X, y me resulta incómodo. Entonces empiezo a mirar cómo están sentados los demás y de paso les miro las caras y... holaaaa... ¿y vos quién sos?
Ministro Carranza: qué bonito, lindo paisaje, ¿qué tal? ¿Cómo fue que no te había visto antes, ahí sentadito en la hilera de enfrente? Lindo morocho, ¿adónde irás? Por esa carpeta puede ser que vayas a la facu o a trabajar, no sé. Lindas pestañas... Ay, me miró! Mejor me hago la tonta.
Palermo: seguís ahí... Un momento! ¿Esa que va sentada al lado tuyo tiene algo que ver con vos? Nah, no me digas que estás viajando con tu novia porque se pudre todo. Bastante feucha es, eh. Aunque no van charlando... Bueh, como si alguien pudiera charlar tranquilamente en el subte, con el ruido que hay.
Plaza Italia: por ahí es una amiga, o una conocida, o una compañera de la facu o del trabajo. Perra maldita, qué suerte que tenés que estás al lado del morocho! Qué lindo sos, ¿cuánto hace que no te afeitás? Dos días, más o menos, ¿no? Esa barbita tan cuidadosamente descuidada te queda bonita.
Scalabrini Ortiz: aaaahh mirá, ahí se baja la chirusa! No era nada tuyo, jajajaaa! Buenísimo. ¿Eh? ¿Y ahora qué hago? Nada, te miro, te aprecio, te contemplo. Lindas manos. Uh, volviste a mirar! Me gusta cómo te queda el negro. Y vos quedarías tan lindo al lado mío... Bueh, ahí viene la nenita que reparte la Guía-T. Qué divino, la agarrás aunque no vayas a comprarla! Bueno, yo también agarro una, dale.
Bulnes: genial. Ahora tengo tres viejas gordas plantadas delante mío, con sus bolsas del shopping y sus tapados... Tapada tengo mi visión! Morochooooo!! ¿Dónde estás? Quedaría muy alevoso que trate de inclinarme para verte, ¿no? Ufa. Corranse, viejas!!!
Agüero: la barrera de señoras gordas sigue tan bien ubicada que no me deja ver el arco. Tiro libre un pensamiento al aire a ver si lo atajás: "Hola morocho!"
Pueyrredón: el tumulto de gente se baja, incluyendo a las viejas. Me pongo contenta pensando que te voy a volver a ver, pero... no! Encuentro tu asiento vacío y en tu lugar la Guía-T esperando ser recogida por la chica, que, desatendiendo mi despiste y mi desilusión, me arranca literalmente mi ejemplar de la mano. Ay. ¿Cómo fue que te bajaste sin decirme adiós, sin preguntarme si querías que te acompañara...?
Facultad de Medicina: me bajo yo también y logro llegar puchereando al Hospital de Clínicas. El vigilante de la puerta me dice "Buenas tardes" y yo le contesto con un "Hola", cuando en realidad quiero decir: "Hola, vengo al Quirófano para que me extirpen el corazón. Voy a donarlo porque ya no lo necesito. ¿A qué piso tengo que ir?"
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