No volvimos a saber nunca más el uno del otro hasta que, algunas semanas más tarde, yo me tomé un avión para venir de visita a Buenos Aires y me la encuentro a ella, sentada unas filas más atrás que yo, acompañada de un tipo. Un tipo que evidentemente era su nuevo novio, porque andaban a los arrumacos.
Creo que los dos nos hicimos los tontos porque fue evidente que en algún momento de las dos horas y media de vuelo nos vimos, pero ninguno fue capaz de saludar al otro.
En Ezeiza a mí me esperaban mis viejos, y cuando pasé los controles y llegué al hall, lo primero que me dijo mi mamá fue: Lucas, ¿vos viste quién viajaba en el mismo vuelo que vos?
Sí, le respondí. Laura.
Y minutos más tarde la vi pasar acompañada por su novio y empujando un carrito donde llevaba, justamente, sus dos valijas verdes con el llavero de patito. No pude evitar reirme.
Pero no todo terminó ahí.
Unos meses más tarde yo estaba en uno de mis descansos laborales en mi casa de Santiago y decidí ir a lavar la ropa. Allá tenemos un sótano en el edificio con máquinas lavadoras para que usen los propietarios, así que bajé y... ¿adiviná a quién me encontré, sacando su ropa de una valija verde con llavero de patito y metiéndola en una de las máquinas?..."
"Naaah...", dije incrédula.
"Sí: a Laura. No te preocupes, yo puse la misma cara que vos estás poniendo ahora cuando la vi. Porque encima, no es que estaba sola: ¡estaba con un tipo! Otro, distinto al que iba con ella en el avión aquella otra vez.
Me acerqué despacito y ella vino efusiva a saludarme: ¡Hola Lu, qué hacés tanto tiempo!
Yo bien, pero... ¿qué hacés vos acá, lavando ropa?
Ah nada, lo que pasa es que en casa no tenemos lavarropas y como el portero de acá me conoce y tenemos buena onda, me permite pasar a usar la máquina... Uy, perdoname, estuve muy descortés: te presento a mi novio, Gustavo. Él es Lucas.
El tal Gustavo me tendió la mano, mientras yo lo miraba asombrado, y él me decía: Mucho gusto. ¿Así que vos sos el famoso Lucas? Me alegro de conocerte. Bueno, Laura, te espero en el auto. Hasta luego, Lucas, encantado.
Chau, le dije. Y en cuanto se fue, le pedí explicaciones a Laura: ¿Qué onda este tipo que me saluda tan contento? ¿Vos le dijiste que vivías conmigo?
No, se rió Laura. Le dije que yo vivía en este edificio y que vos eras mi vecino. Y que como los dos somos argentinos, habíamos pegado buena onda. Nada más.
Ah...
Che Lu, me preguntó, ¿todavía tenés el jean que me olvidé en tu casa?
Sí.
Bueno, subo a buscarlo. ¿Puedo?
Claro.
Y esa sí fue la última vez que la vi a Laura: guardando un jean que se había dejado olvidado en mi casa, dentro de su valija verde con llavero de patito. Una loca terrible. No sé qué será de su vida hoy por hoy, pero esta historia siempre me resultó graciosa... o tragicómica, mejor dicho", terminó su relato Lucas.
Y la tragicómica historia de la loca Laura y sus dos valijas verdes con llavero de patito hubiese quedado ahí, archivada en mi memoria y seguramente olvidada con el correr del tiempo, si no fuera porque algunas semanas más tarde, este relato se me mezcló con el de Gabriel.
Continuará...Etiquetas: Cuentos