Gabriel. Otro chico con el que tuve una breve historia amorosa posterior a la de Lucas. Por supuesto que ellos no se conocen entre sí ni tienen ningún punto de contacto... o quizás indirectamente sí.
Gabriel era compañero mío en los tiempos en los que yo trabajaba como empleada administrativa en un club y él era profesor de Educación Física en el mismo lugar. Nos cruzábamos pocas veces, pero tuvimos una atracción casi inmediata. Salimos, compartimos algunas noches, pero la cosa no pasó a mayores. Sin embargo, quedamos con una buena relación.
Un tiempo después, yo dejé el trabajo en el club y no supe más nada de Gabriel hasta que un día me lo crucé por la calle y nos detuvimos en una esquina a charlar durante algunos minutos.
Entre las cosas que me contó, de manera resumida (que había renunciado también al club y que ahora estaba trabajando como preparador físico de tenistas, por lo cual andaba viajando mucho por el mundo, acompañándolos en sus giras y torneos, y que eso le hacía llevar un ritmo de vida algo trastornado), me comentó que desde hacía unos meses estaba viviendo en pareja con una chica. Me alegré, lo felicité, le pregunté si se sentía bien en esa situación y me respondió que sí, y luego vino, lógicamente, la pregunta obligada:
"¿Y vos? ¿En qué estado civil estás?"
"No, yo sigo soltera", le respondí. "Estoy saliendo con un chico, pero no es una relación seria ni formal".
"¿Y a qué se dedica el afortunado?"
"Es contador", le respondí, pensando qué importancia real podía tener para Gabriel saber la profesión del tipo con el que estaba saliendo.
"Qué bien", me dijo. "¿Y cuándo pensás llevártelo a vivir con vos?"
"Yo no soy tan rápida como vos...", me reí. "Además ya te dije que esta no es una relación seria".
"Bueno, no te creas. En mi caso tampoco lo era, hasta que un día ella se apareció en la puerta de mi casa con dos valijas verdes, de una de las cuales llevaba colgando un llavero con forma de patito", me contó, riéndose como si el detalle descriptivo fuera de lo más gracioso. Pero no. No lo era. Al menos a mí no me estaba resultando cómico.
"Disculpame la pregunta, pero... ¿cómo se llama tu novia?", balbuceé.
"Laura. ¿Por? No creo que la conozcas..."
"No, no. Claro que no. ¿De dónde podría conocerla?", logré articular.
La conversación y el encuentro casual con Gabriel terminaron con esa frase. Fui incapaz de hacerme la distraida y encontrar algún otro tema para conversar con él, así que nos despedimos.
Caminé unas cuadras, olvidándome ya hacia dónde estaba yendo originalmente. Me era imposible sacar de mi cabeza aquellas palabras. Las dos valijas verdes con el llavero de patito. Laura. Laura la loca. Entremezclándose en la vida de tantos hombres, repitiendo un mismo patrón, llevando sus valijas verdes y su llavero de patito por tantos hogares que intentaba hacer propios. Rozando mi propia existencia tangencialmente. Laura con Lucas. Laura con Gabriel. ¿Quién demonios era esta Laura? ¿Por qué volvía a aparecer...?
Pensé en contarle a Lucas acerca del episodio con Gabriel. Definitivamente iba a resultarle una historia graciosa, una ficha más en el rompecabezas que era Laura. Pero luego me di cuenta que no tenía ningún sentido, o que quizás el cuento de Laura y sus valijas verdes con llavero de patito tenía que poseer algún tipo de significado oculto para mi propia existencia, que yo debería descifrar sola y sin intervención de nadie.
Las obligaciones cotidianas y varios otros eventos que tampoco vienen al caso mencionar, hicieron que nuevamente me fuera olvidando del asunto con el correr del tiempo. Hasta aquella tarde en el hall del aeropuerto, en que vi pasar un carrito con dos valijas verdes con un llavero de patito.
Intentando no perder mi posición en la fila que se había formado detrás del mostrador del check-in de la línea aérea, moví mi cabeza hacia un costado y hacia el otro, tratando de esquivar la masa de cuerpos que se interponían entre mis ojos y el rostro de aquella persona -probablemente llamada Laura- que empujaba el carrito por el hall del aeropuerto.
No llegué a verla a ella. Mi visión estaba obstaculizada por un señor gordo con lentes oscuros que esperaba abordar el mismo avión que yo. Pero pude ver a su acompañante. Y supe en ese mismo instante que no era ni Lucas, ni Gabriel, ni -gracias al cielo- ningún otro hombre conocido por mí.
Laura tenía una nueva víctima hacia la cual apuntaba y transportaba sus dos valijas verdes cargadas de deseos y expectativas. Su figura se perdió entre la multitud y yo solamente atiné a pensar: "
Que Dios te ayude, Laura. Ojalá esta vez logres encontrar lo que hace tanto tiempo venís buscando y trasladando simbólicamente en tus dos valijas verdes con llavero de patito".
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