Si yo tuviera toda pero toda la plata del mundo, entre otras cosas que me compraría (
y que te compraría a vos y que, claro, por supuesto, también les regalaría a todos mis amigos -especialmente a los amigos que leen este blog-) está algo tan pequeño como extraño.
Quisiera poder comprar esa partecita de la cuadra donde, antes que pusieran las baldosas que están ahora, yo dibujé sobre el cemento fresco (y con la ayuda de un palito) un corazón que encerraba mi nombre y la ilusión del tuyo.
En ese entonces no sabía que existías. Y a los pocos días de aquel suceso gráfico, colocaron los baldosones que hoy revisten la vereda que secretamente guarda mis pequeños pero grandes deseos de amor.
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