Y allí, en el centro de la habitación, transcurre la escena. Un baúl de un gastado cuero marrón destilando ese característico olor a humedad. Ella lo observa y se acerca con cautela. Duda, desconfía, no sabe.
Lo acaricia en la oscuridad, percibiendo únicamente el sonido del silencio.
Aquel cofre es grande y parece pesado, pero es difícil calcular esto con certeza.
Ella se arrodilla a su lado y es entonces cuando decide terminar con las intrigas y abrirlo de una vez por todas.
Su grito es tan intenso y ensordecedor, que cae rendida en el centro de la habitación. No podemos establecer si continúa con vida. Sólo sabemos que ya no respira.
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