Acá me encuentro, nuevamente. Bah, nos encontramos.
Ella y yo.
Y nos miramos fijo.
Mañana a la noche, por esas cosas de la vida, me toca ir en un viaje de "trabajo" con mi cliente y un contingente de quince personas a pasar 5 días a un resort en Brasil, con todo incluido. Sí, un stress total. Pero no es ese el punto.
El problema es
ella. La miro y yo creo que me mira, eh.
La discordia es ella: la maldita
valija azul.
Me pregunté qué hacer. Si quemarla, si ignorarla, si abandonarla, o si insistir con ella. Y dudé, más en este viaje, que es así con clientes y eso...
Le consulté a mi amiga
Barluz y me mintió un poquito. Dice que no tengo que tener miedo porque esta valija ya se perdió y se reencontró, y que eso sólo les pasa una vez a las valijas y que esta chirusita ya pasó la prueba de fuego.
El tema es que Barluz perdió dos veces la misma valija... ¡y la descubrí! Pero ella dice que es porque su valija es verde, y no azul.
Igual ya lo decidí. Si me pierden la valija, me voy a poner a llorar como una nena y voy a terminar logrando que mi cliente me compre ropita y me pague todo. Y de paso compro unas bikinis brasileras de más, y cuando vuelvo hago el gran negocio y las vendo acá... Bah, eso se nos ocurrió con Barluz.
Qué sé yo.
Crucen los dedos, por las dudas.
Y encima Brasil, con mis antecedentes de relaciones tan
copadas con los brasileros... Así que o exorcizo todo de una, o me expongo a todas mis maldiciones juntas ateniéndome a las consecuencias.
Veremos, veremos.
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