Cuando era chica, esperaba la Navidad con mucha emoción. Me acuerdo que era casi una especie de tour programado. El 24 por la tarde, mi papá nos subía al auto a mi hermana y a mí, y pasábamos primero por la casa de mi padrino en Barrio Norte, luego por la de mi madrina en Martínez, y finalmente por la de los padrinos de mi hermana en Boulogne, a retirar todos nuestros regalitos. Era un tour que comenzaba después del mediodía y que finalizaba con nuestro arribo a casa casi casi con el tiempo justo para ducharnos y seguir de largo rumbo a la cena de Nochebuena.
En cada casa que nos recibían, había charlas, pandulce con cafecito, jugar un rato con los primos, y finalmente el intercambio de regalos, que solamente podían ser transportados hasta nuestro arbolito porque estaba prohibido abrirlos hasta después de la medianoche. Finalmente después de la ducha en casa, podían pasar dos cosas: o nos quedábamos ahí y recibíamos la visita de mis abuelos Catalina y José, mi bisabuela (Catalina, también) y mi abuela Cecilia; o nos íbamos a casa de los primeros a festejar allá.
No había cena, sino que nos dedicábamos a comer porquerías navideñas (turrón, pandulce, garrapiñadas, torta de almendras, galletitas de miel y agua de azahar... todos manjares caseros que hacía Catalina; hasta el pandulce lo amasaba ella!) y a la medianoche se abrían los regalos y luego nos íbamos con mi hermana a ver los fuegos artificiales por la ventana del dormitorio de atrás (porque ellos vivían en una torre en el piso 12 y la vista era increíble).
Cada año esa emoción navideña, por más que fuera rutinaria y conocida, se renovaba, y vivíamos las Fiestas con mucha alegría y muchísimos regalos.
Con los años, mi hermana y yo lógicamente fuimos creciendo. Mis abuelos se fueron despidiendo lentamente de este mundo, y nosotros pasamos a compartir la Nochebuena junto a un grupo de amigos de mis papás en lo de mi padrino (que ya no vive más en Barrio Norte, sino en una casa con jardín en Villa Urquiza). Aquel grupo de amigos fue adoptado como "tíos" postizos, y sus hijos pasaron a ser nuestros "primos".
Paralelamente el país ya estaba en crisis y ya no existía la plata dulce de los 80, así que las cenas eran comunitarias (cada familia aportaba lo suyo) y la consigna era que los regalitos para cada uno no debían superar los 5 o 10 pesos per cápita.
Este sistema navideño duró unas 8 o 10 Nochebuenas, donde entretanto las relaciones entre mis padres y mis "tíos" comenzaron a quebrarse y deteriorarse, mis "primos" fueron creciendo y formaron también sus propias familias con las cuales ahora comparten las Fiestas, y mi hermana se fue del país, con lo cual cada Nochebuena se tornaba un poco más deprimente y yo sentí que había perdido el 100% de aquel entusiasmo que sentía de chica.
Ya no había regalos por hacer ni por recibir. La cena se tornaba densa y aburrida, y yo cada vez me iba a dormir más temprano, deseando que toda esta época de rojo y verde se pasara lo más rápido posible.
Este año pensé que iba a ser igual, sólo que ya pasándola en la reducción de cenar el 24 junto a mis papás y mi novio, y visitar el 25 a su familia. Y sin embargo, a último momento algo cambió. Y si bien por cuestiones ajenas a nosotros, hoy a la medianoche no voy a poder alzar mi copa y brindar junto a él, el espíritu navideño se apoderó de nosotros y pudimos no sólo comprar hermosos regalos para quienes nos rodean, sino que además anticipamos nuestro festejo en privado y nos hicimos mutuamente un regalo por demás importante y significativo en nuestras vidas.
Creo que es la primera vez después de tantos años, que la Navidad vuelve a ser un momento que me sorprende feliz... como cuando era chiquita, pero distinto. Y si hay alguien a quien debo agradecerle esa sensación es a Él.
Ojalá todos puedan volver a sentir lo mismo, porque esta vez no me equivoco ni miento si les deseo a todos lo mejor y digo nuevamente:
Feliz Navidad!
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