1.30 AM y entre sueños escucho el teléfono. No sé por qué reflejo atiendo. Tu voz me dice "Hola Naty" y enseguida te reconozco. Nada importa, hace ya más de dos años, pero todas las distancias témporo-espaciales se derrumbaron.
Me pedís disculpas por la hora pero a la vez me pedís que me despierte, que querés hablar conmigo. Y mi alegría es tan grande que no me cuesta hacerte caso. Estás eufórico y lográs contagiarme.
Mañana es el Gran Día y lo sabemos. Meses planificando este (re)encuentro y por fin se da, de la manera más loca, pero los dos tenemos flojos algunos tornillos y entonces nos parece normal. Vas a jugar al ping pong usando los Andes de red, pero finalmente vendrás y ya me estás contando todo lo que vas a traer y seguramente la noche va a ser corta y no nos va a alcanzar para reírnos lo suficiente, contarnos todo... Todo parece estar intacto, nunca pasaron estos dos años. O sí. Porque crecimos. Y gracias a que crecimos, podemos reencontrarnos.
No soy cirujana cardiovascular y no sé qué es un stent. Quisiera saberlo para poder ayudar a tu papá y que entonces tu risa vuelva a ser plena. Sólo sé que puedo hacerle un mimo a tu corazón y que a los dos nos hace falta. Y si ese mimo logra hacerte sonreír, quiero sacarle una foto y pegarla junto a todas las demás que colecciono.
Te espero y cuento las horas. Ahora quiero que pasen rápido. Después ya no.
(Continuará...?)Etiquetas: Mar adentro