Un 19 de marzo de 1999, cerré una puerta y abrí otra. Fueron dos meses de preparativos. Ese día pisé por primera vez mi propio territorio. Dejé la casa de mis viejos y, a los 21 años, me mudé sola.
Ya pasaron más de 5 años de ese día. Y luego de varios amagues a lo largo de este tiempo; luego de haber hecho juntas probablemente el mejor viaje de lo que llevamos vivido (un mes recorriendo Ecuador y Perú, las dos solas, en enero de 2000); luego de otros ensayos de convivencia que duraron más de diez días corridos en mi casa y otras tantas épocas en las cuales 3 de 7 noches a la semana vos te quedabas en mi casa y preparabas allí tus largas entregas de Arquitectura mientras yo te cebaba mate y escuchábamos música y cantábamos... ayer, 1 de junio de 2004, las puertas de mi casa ya no se abren solo para mí. También son las tuyas, Caro.
Estoy segura que esto va a funcionar bien, quedate tranquila. Y estoy segura simplemente porque nos conocemos hace 23 años. Y como dijimos anoche: "Qué suerte que en tu primer día en salita de 4, me acerqué a vos y te dije:
¿Querés ser mi amiga?". Qué suerte que vos dijiste que sí!
A partir de ahí nos fue imposible separarnos. Compañeras de banco en la Primaria y Secundaria. Compañeras de grupo en todos los trabajos. Mejores amigas. Miles de cartas y mails que ejemplifican lo que digo. Millones de encuentros y momentos compartidos. Una conexión mental permanente. Un mirarnos y, sin preguntar nada, entender todo o saber perfectamente qué le pasa o qué siente la otra. Todo eso, junto con todo lo que sé que nos queremos, avalan este momento y me hacen pensar: No nos vamos a equivocar.
Bienvenida a esta: TU casa a partir de ahora! Y fuerza, juntas vamos a salir de esto que te está pasando. Es difícil, es largo, es complejo, pero nos tenemos la una a la otra, y entre las dos vamos a poder. Te lo aseguro.
Te adoro con toda mi alma.
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