Las mortajas no tienen bolsillos. Eso es algo que siempre tuve claro. Y quizás debido a ese pensamiento es que tengo una capacidad de ahorro prácticamente nula.
Cuando uno se muere, no se lleva el cuerpo. Es decir que somos contenidos de envases no retornables. ¿Para qué guardarlos en la tierra? No quiero ocupar espacio una vez que ya no esté acá.
El día que llegue ahí, a ese lugar intermedio donde se decide si subís en ascensor o si bajás por la escalera, no sé qué va a pasar. Pero si existe ese alguien que te recibe en la puerta y que es quien tomará esa decisión, estoy casi segura que no me va a preguntar cuánto tengo ni quién soy. Me parece que sus preguntas van a apuntar más hacia el lado de qué anduviste haciendo y cuánto aprendiste.
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