A veces siento que conmigo tenés esa facilidad enorme para manejar a tu gusto de qué manera querés que nos relacionemos. Como cuando yo era chiquita y mamá me llevaba a los jueguitos de Juramento y la vía, ahí frente a la plaza Castelli. Me sentaba en la calesita y el señor de la sortija manejaba mi suerte. A veces yo me creía que realmente tenía alguna habilidad por sobre los demás nenes y que por eso me la ganaba. Pero después, cuando la calesita se vaciaba y tan sólo quedábamos el señor de la sortija y yo, me daba cuenta que ese viejo canoso y vestido de colores oscuros contaba cíclicamente 3 vueltitas y... tac! me dejaba agarrar la sortija. Así hasta que yo me aburría y decidía cambiar de juego. O hasta que mi mamá se le acercaba y le pedía por lo bajo que ya no me diera más vueltas gratis, así nos podíamos volver a casa.
Bueno, vos hacés algo parecido. Cuando estás de humor, me subís a la calesita. Y ponés muchos nenes de escenografía, así cuando me das la sortija yo me creo que algo bueno hice para ganarla. Pero no. En realidad no son mis méritos. En realidad vos me estás premiando a tu antojo. Y a veces se siente bien. Pero otras veces es raro. Porque en definitiva, yo sé que es cíclico. Y que, haga lo que haga, cada tres vueltitas me vas a regalar otra. Así que, ¿para qué esforzarme tanto, si total en un par de vueltas más, seguro que me gano una gratis?
El viejo de los jueguitos de Juramento y la vía hacía eso para mantener a su clientela y ganar plata. No creo que lo haya hecho porque le gustara ver felices a los niños.
¿Y vos por qué lo hacés? ¿Querés mantenerme atada a algo tuyo para toda la vida? No te preocupes, sabé que nuestro lazo es eterno. Sí, crecí. Sí, me fui. Sí, nos vemos menos. Pero estoy. En esencia sigo siendo aquella nena que se subía sonriente a los jueguitos. En esencia yo sé que vos jugás a manejar la sortija y, a diferencia del viejo, me la das para verme feliz.
Y te lo agradezco. Sólo quisiera que sepas que me doy cuenta. Nada más. Pero que, por un lado, aprovecho el beneficio. Y por el otro, en verdad te agradezco de corazón que seas tan generoso conmigo.
Sólo quisiera que sepas, además, que la genética es sabia. Y que yo heredé tus habilidades para manejar la sortija. Y la verdad... no sé si me gusta tener tanto poder.
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