Hace más de dos años le regalé
"La insoportable levedad del ser" de Milan Kundera. No sólo porque es uno de mis libros favoritos, sino porque además quería ver cómo reaccionaba él ante los personajes de Tomás, Teresa y la relación entre ambos. Para mí, él era Tomás y yo su Teresa. Y en ese momento, soñaba con que quizás algún día nuestra historia terminara como la de ellos.
Él nunca llegó a leer el libro hasta el final porque argumentó que las partes históricas le aburrían. Por eso nunca se enteró de cómo terminaba la relación entre Tomás y Teresa. Y tiempo después, nuestra relación terminó y yo dejé de ser su Teresa, aunque él siguiera siendo un Tomás.
La semana pasada me lo cruzo y me dice:
"Mi psicóloga me mandó a leer un libro. ¿Adiviná cuál?". Sí:
"La insoportable levedad del ser".
Quizás ahora, que ya es demasiado tarde, si él llega hasta el final del libro podrá entender algunas cosas. Y no simplemente quedarse en la eterna conclusión de que
"Vos me conocés mejor que nadie y fuiste la mujer que más me entendió" (claro, fijate: te quise adelantar dos años de psicoanálisis!).
Ya no importa. Porque lo que ahora va a tener que entender es que él podrá seguir siendo un Tomás toda su vida, que a mí eso me tiene sin cuidado. Porque yo ya no soy ni SU Teresa ni UNA Teresa.
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