"¿Le llevamos esto a los chicos?", me preguntaste con sonrisita cómplice y un brillo en los ojos aquella noche mientras paseábamos por la feria artesanal de Miramar. Habíamos ido a pasar ese fin de semana largo a la ciudad de los niños. Y lo compramos: un imán con un solcito sonriente.
Cuando llegamos a Buenos Aires, les entregamos el regalo a los chicos. Se pusieron contentos y lo colgaron en su oficina. Nosotras teníamos uno igualito en la nuestra. Y ese mismo martes que volvimos de nuestro viaje, Román te invitó a ir al cine. Bah, en realidad vos lograste que te invitara; hacía semanas que lo "laburabas" regalándole caramelos. Lo mío con Diego finalmente no pasó de un histeriqueo, pero eso no es lo importante.
Te aposté un helado a que te daba un beso en esa cita. Y te lo gané.
Después vinieron los pocos días en los que te duró el dilema mental de qué hacer con esa diferencia de edad de 6 años a favor tuyo. Yo te dije que para el amor no había edad. Usé una frase trillada, pero... ¿viste que fue cierta?
Román y vos forman una de las parejas más sólidas y lindas que conozco. Siempre se notó cuánto se amaban, todo lo que se respetaban. Siempre.
Pasaron exactamente cinco años desde aquel día. Y hoy te vi, radiante, hermosa, con tu trajecito celeste y el pelo planchado. Tenías una sonrisa enorme. Destellabas brillos. Estabas feliz.
Diste el sí. Y él también dijo que sí. Firmaron y se llevaron una libreta roja. Que para muchos no será más que eso, pero yo sé y puedo dar fe que es un papel que certifica amor del más puro y verdadero.
Cuando salieron los bañamos en una lluvia de arroz y pétalos de rosas. Y no sé si te diste cuenta, pero en este día lluvioso hiciste que en ese instante saliera un rayito de sol. Debe haber sido tu propia luz. Debe haber sido ese solcito que sonreía, como el que trajimos de Miramar.
Me abrazaste. Bromeé cuando te dije:
"Lo lograste!". Me confesaste que era el día más feliz de tu vida. Y yo te dije que te quiero mucho.
Sé que soñaste con este momento durante toda tu vida. Sé lo importante que es para vos. Sé cuánto amás a Román (y cuánto te ama él a vos!). Sé que lo estás disfrutando, y eso es lo que más me gusta ver.
El viernes a la noche seguiremos afianzando este amor, cuando entres de blanco a la iglesia y yo te oficie de testigo de boda. Y después vamos a celebrarlo como se merece.
Es tu momento, Gabi. Seguí disfrutándolo.
Feliz boda! Te quiero muchísimo.
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