Por las dudas no voy a caer en la generalización de "Cuando somos chicos, todos..." porque no puedo dar fe de ello, así que voy a hablar sólo de mi caso particular.
Cuando yo era adolescente tenía una gran facilidad por pasar del estado del amor al de odio. Y esa trayectoria podía dispararla cualquier pequeñez. Creo que por suerte crecí y aprendí a darles segundas oportunidades a todas las cosas, y así pude reevaluar mis gustos y opiniones.
Yo tenía una profesora de Literatura que nos hinchaba mucho los cocos con Cortázar. Nos hacía analizar sus textos hasta sus entrañas más profundas. Tanto, que terminábamos desmenuzando al pobre Julio. ¿Y qué pasó? Durante muchos años de mi vida odié a Cortázar y mantuve arduas discusiones con todos los que me decían que era un genio de la literatura.
Ya crecida, decidí darle una segunda oportunidad, releí sus obras, y pude aprender a disfrutar sus libros, ya que esta vez los estaba leyendo por placer y no porque fuera un tema de examen o una tarea para una materia. Y hoy es uno de mis escritores preferidos.
También tenía una profesora de Geografía que odiaba a los chilenos. Se la pasó llenándonos la cabeza con conceptos acerca de lo malas personas que eran los chilenos debido a todos nuestros conflictos históricos por la frontera. Lógicamente crecí pensando que los chilenos eran todos una basura.
Los viajes que pude realizar por Latinoamérica durante la época del uno a uno me permitieron conocer a muchas personas de ese país. Son personas. Algunos son insoportables, otros son copados. Tengo muchos amigos chilenos. Caro (mi mejor amiga) tuvo un novio chileno durante muchos años, que también era amigo mío. Visité Chile y conocí mucha gente interesante allá. Hoy por hoy me molesta el prejuicio contra los hermanos transandinos.
Como último ejemplo, voy a contarles que cuando yo tenía 17 años hice un intercambio estudiantil y estuve viviendo durante 5 meses en Europa. Visité varias ciudades, entre ellas París. Y odié París. Porque todo lo malo del viaje me pasó allí, comprimido en una estadía que duró seis días. Juré no volver a la ciudad luz.
Ahora estoy considerando la idea de irme unas semanas a Europa el año que viene. Voy a tocar pocos destinos, pero seguramente pase unos días por allí. Quiero darle una segunda oportunidad. Quizás París logre conquistarme.
A lo que voy con esto es que no siempre las primeras impresiones son las que cuentan. Al menos no en mi caso. Y que para tener una opinión acerca de algo, debemos vivir la experiencia en carne propia. Sino, es mejor abstenerse antes que emitir juicio. También pienso que los estereotipos y los preconceptos deberían volar por los aires. Se los dice alguien que carga con varios de ellos sobre sus espaldas (rubia, alemana, cheta... sólo por nombrar algunos).
No me gusta usar la frase, pero si me preguntaran qué es lo que odio en la actualidad... justamente eso: odio los estereotipos. Y odio que opinemos cuando en realidad no sabemos.
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