Cuando la situación soñada durante años nos aborda y se convierte en una realidad, la mente queda descolocada. Todo se altera. El cuerpo duele en zonas donde no teníamos noción que existían músculos, huesos o articulaciones. El alma queda tan inquieta que no nos deja dormir, intentando expandirse en nuestro interior. Una sonrisa enorme se dibuja en nuestras caras. Nos acostamos y abrazamos a la almohada. Cerramos los ojos pero es imposible. Las imágenes, los olores, las sensaciones vuelven, y nos recorre un cosquilleo eléctrico por dentro.
Entonces decidimos que es mejor levantarse. Nos miramos al espejo y pensamos "No lo puedo creer". Nos avergonzamos de nuestro reflejo. Nos reímos sin razón al recordar una frase, al poder reproducir exactamente en nuestra cabeza un tono de voz.
El mundo pasa a tener otra dimensión. Por un buen rato nada tiene valor salvo esos magnéticos brazos a los que queremos volver, una y otra vez. Recordamos la tersura de esos labios, la temperatura de esas manos. Nuestro cuerpo queda impregnado de un aceite extraño e intenso. Y ya no importan ni el trabajo, ni la familia, ni la casa, ni la mascota, ni si llueve o hace calor. Nuestra única misión es lograr acortar la distancia temporal que nos separa de un nuevo encuentro.
Debemos saber que por más que existan, ninguno de esos encuentros volverá a tener el mismo sabor ni la misma magnitud que el primero. Y es allí donde debemos comprender que las preguntas sin respuesta no deben tener cabida en el presente. Que mejor es relajarse y dejar que el conjunto que forman nuestro cuerpo, mente, alma y corazón registren estas sensaciones únicas e irrepetibles y las atesoren. Difícilmente vuelvan. Los sueños anhelados por años y ahora cumplidos se cuentan con los dedos de una mano.
Dedicado a Caro. Porque aunque sepamos que el dolor será inevitable, no debemos por eso perdernos de sentir. Y porque de eso también se trata la amistad: fomentar impulsos, disfrutar la alegría y si después te caés, mi mano te va a ayudar a levantarte. Pero después. Ahora, seguí sonriendo.Etiquetas: Mar adentro