Otra vez hoy es 21 de noviembre. Otra vez estás cumpliendo años. ¿Te diste cuenta de las paradojas? Fijate, yo te voy a hacer un resumen:
Cuando todavía éramos nada más que amigos, el primer 21 de noviembre, el de tu cumpleaños número
21, estabas semi enojado conmigo y con cara de culo porque tu mamá me había metido en la organización de una fiesta sorpresa para vos. Claro, era una fiesta que vos no querías.
Cuando cumpliste
22, estábamos tan peleados que ni nos hablábamos.
Para tus
23, seguíamos peleados, pero ya no tanto. Llegaste con un paquete de facturas y me convidaste un cañoncito de dulce de leche. Yo me hice la tonta y te dije:
"Ah, cierto que hoy es tu cumpleaños... felicidades!". Pero en realidad lo sabía perfectamente.
Cuando cumpliste
24, aprovechaste la excusa y te tomaste el día por examen. Me acuerdo que te llamé miles de veces a tu celular para saludarte, pero vos habías decidido "no atender llamados" porque no querías que nadie te saludara, y no me quedó otra que dejarte un mensaje en el contestador. Fue apenas 2 semanas más tarde que empezamos a salir.
Tus
25 nos sorprendieron transitando una pelea feroz. Pero, como siempre, impuse una tregua y te llamé por teléfono apenas unos segundos pasada la medianoche. Te emocionaste. Me dijiste que me querías mucho y que no querías pasar tu cumpleaños separado de mí. La noche de tu día me aparecí en tu casa con uno de los regalos que más te gustaron en la vida y una carta donde te decía que había soñado con un 21 de noviembre completamente distinto para nosotros dos. Esa noche no dejabas de abrazarme. Dos días más tarde te ayudaba a decorar el lugar donde festejamos tus
bodas de plata con la vida (como vos decidiste bautizar ese festejo). En la fiesta no todo salió bien y yo me volví sola a mi casa en un taxi, enojada y reprochándome quererte tanto. Una hora más tarde estabas prendido al timbre de mi puerta, pidiéndome perdón. Terminamos teniendo nuestro festejo privado y amanecimos juntos muy entrada la tarde. Pero abrazados.
Para tus
26, la que estaba profundamente enojada y peleada con vos, era yo. De cualquier forma, me era imposible ignorar la fecha. Vos ya habías intentado ignorar mi mirada cuando, por la mañana, nos habíamos cruzado fugazmente en un pasillo. Por eso fue que, ya en la tranquilidad de nuestras respectivas casas, te llamé por teléfono. Y cuando atendiste y yo te dije
"Feliz cumpleaños", te quedaste helado, cambiaste la voz y me respondiste con un tímido
"Gracias. Sinceramente no esperaba que me llamaras". Terminamos llorando los dos al teléfono. Vos me pedías que fuera a verte y yo te pedía que no me pidieras eso. Me contuve y me fui a lo de una amiga. Al día siguiente me enteré que vos habías terminado en los brazos de otra.
Ahora llegaron tus
27. Ya no estamos juntos y sabemos que ninguno de los dos quiere eso. Ya pasaron todas las tormentas. Pasó la etapa del duelo, del no hablarnos, del odio. Ahora mantenemos una cordial relación en la cual curiosamente ya no hay agresiones, no hay maltratos, no hay malas ni segundas intenciones. Inclusive hasta somos capaces de compartir salidas y tener la velada en paz. Parecería como que de pronto pudimos encontrar ese punto que antes tanto nos costaba. Parecería que aprendimos a comportarnos como personas adultas.
Es el primer año de estos seis que te conozco, que puedo decirte
"Feliz cumpleaños" sabiendo que es sólo eso: un saludo que conmemora el día en que naciste. No hay más misterios, ni vueltas, ni secretos.
No soy quién para juzgar si te merecés la parte de "feliz" o no. Sé que mientras estuviste a mi lado tus cumpleaños nunca fueron felices para ninguno de los dos. Y a esa paradoja me refiero: ¿te das cuenta que tenía razón cuando te decía que estábamos juntos sólo para destruirnos mutuamente y autodestruirnos?
Por eso, hoy sí: "feliz" cumpleaños! Porque yo puedo ser (y de hecho lo soy) feliz sin vos. Y estoy segura de que vos también podés ser feliz sin mí. Y eso, en vez de entristecerme, me pone contenta por los dos.
Etiquetas: Mar adentro