Hacer lo saludable es cuando después de decir, tu conciencia queda en paz y tranquilidad. Cuando no duele. Cuando ya no genera ni siquiera bronca. Cuando el sentimiento de culpa que los demás intentan infligirte ocupa un porcentaje tan pequeño de tu mente, que se dispersa y ni se nota.
Hay momentos en la vida donde el egoísmo es saludable. En realidad, si nos ponemos a pensar: durante toda la vida hace falta una cuota de egoísmo para no salir lastimado de todas las situaciones. Al fin y al cabo llegamos a este mundo solos, y nos vamos a ir solos también. Si no nos cuidamos a nosotros mismos, nadie lo va a hacer. Y no me vengan con la cursilería del amor, porque no es así. El amor es compañerismo, es compartir pero hasta ahí, y punto.
La complejidad que se le intente dar a las palabras ya no me interesa. Prefiero quedarme afuera antes que perderme en laberintos de pensamientos retorcidos. ¡Ey, la vida es mucho más simple! Todo, todo era muchísimo más simple. ¿Por qué esa obsesión por querer complicarlo? ¿Cómo es que te cuesta tanto entender eso?
Pero si algo aprendí es eso: ya no me quedo enganchada en este tipo de situaciones. No me detengo. Sigo caminando. El que quiera y pueda, me sigue el ritmo, si es que tiene ganas de venir conmigo. Pero yo no voy a enlentecer mi marcha para esperar a los rezagados.
Se acabó. No más palabras.
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