Yo no sé qué tiene este verano. Si es tu presencia en mi vida. O tu ausencia. Quizás es que me hacés falta un poco más de lo que yo creía. Y alterno entre dormir buscando el recuerdo de los pliegues que formabas en las sábanas y mantenerme despierta y activa porque el hecho de saber que existís me da la esencia vital.
Este verano me hace vivir y me mata a la vez. Los días pasan rápidos y lentos por igual, según cómo me disponga a verlos. Si miro hacia atrás me parece que hace tan sólo unos segundos que caminábamos de la mano y me sorprendías con tus besos. Pero si miro hacia adelante me parece que todavía voy a agonizar mucho tiempo más hasta volver a verte.
Recuerdo perfectamente tu voz al despedirnos. También esa mirada tuya, que pareciera que indaga mi alma. Busco tu perfume y no lo encuentro, porque inunda el aire de otras latitudes.
Sin embargo mi espera no es triste. Sé que cuando vuelvas nos espera mucho. Yo te estoy esperando a vos.
Con una sonrisa trazo los palitos que representan los días que faltan para tu regreso. Como si estuviera presa. Pero soy más libre que nunca. Tu amor me da libertad. Y siento que puedo atropellar al mundo, devorarlo, saborearlo, investigar, crecer, sentir. Todos mis sentidos están abiertos y esperan reencontrarse con los estímulos que sólo vos sabés brindarles.
Y tengo tantas ganas, que por eso maldigo este verano que es tan dual por el simple hecho de mantenernos separados.
Tu presencia me da fuerzas. Y tu ausencia sólo hace que tu presencia sea aún más valiosa para mí.
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