Este post va a ser largo, así que a quien le interese leerlo, le sugiero que se traiga un café, se prenda un pucho o abra un paquete de Melba y se acomode en la silla.Surge a partir de cierta polémica que se armó por otros lados, aunque en realidad la necesidad de postearlo estaba instalada en mí hace rato. De hecho, anteriormente ya había posteado partes de esta historia, pero nunca la versión completa. Pero bueno, sin más preámbulos, aquí está la historia de la familia de mi viejo:Mi papá, mis abuelos paternos y mis bisabuelos, junto con otros familiares, vivían en una pequeña colonia alemana en el territorio de la ex Yugoslavia. Trabajan el campo, llevando una vida medianamente tranquila hasta que estalla la Segunda Guerra Mundial.
Un día, los rusos caen en el pueblo, lo invaden y lo devastan, llevándose con ellos a los hombres jóvenes como soldados para luchar en los frentes (tal fue la suerte que corrió mi abuelo José), a las mujeres jóvenes a trabajar en los campos (ese destino le tocó a mi abuela Catalina) y subdividiendo a los ancianos y niños en pequeños grupos que irían como prisioneros a un campo de concentración en Rusia. En uno de esos grupos estaba mi papá, quien en ese entonces era apenas un bebé de un año y medio. A cada grupo de niños le asignaban una abuela a cargo. Por suerte a mi bisabuela Katarina le tocó el grupo en el cual estaba mi papá y pudieron permanecer juntos.
Así partieron, cada cual hacia su destino, sin saber nada más el uno del otro ni qué suerte correrían por muchos años más.
Mi abuelo, quien durante una batalla se quedó sordo de un oído porque le estalló muy cerca una granada, logró escapar milagrosamente del frente de lucha unos 2 años más tarde. Comenzó a vagar por Europa, huyendo de quienes lo buscaban y perseguían, haciéndose pasar por francés, italiano, alemán, ruso, judío o yugoslavo según la circunstancia lo requiriera para sobrevivir. Encontró refugio gracias a la Cruz Roja y unos meses más tarde se encontró en condiciones de abandonar Europa. Cuando llegó al puerto, las alternativas eran: Canadá o Argentina. Eligió Buenos Aires porque durante su infancia su familia (y él también) habían estado viviendo aquí durante un tiempo y porque recordaba el apellido de una familia amiga a la cual seguramente podría pedirle que le diera una mano. Así lo hizo. Llegó a Buenos Aires y contactó a esta familia, quienes lo hospedaron en su casa, le dieron trabajo y lo ayudaron muchísimo en la búsqueda y recuperación del resto de la familia.
Entre tanto, mi papá y mi bisabuela intentan escapar del campo de concentración. Cuando casi lo hubieron logrado, dos soldados los descubren y los detienen. Mi papá, que entonces tenía 5 años y un estado severo de desnutrición, sufre debido a los nervios de la situación un ataque de la enfermedad que lo acosaba desde hacía un tiempo: malaria. Al verlo, uno de los guardias le dice al otro: "Bah, dejémoslos ir a estos dos. Total, se están muriendo y no van a llegar muy lejos...". Ese soldado, sin saberlo, con su burla les perdonó la vida.
También comenzaron a vagar por Europa y terminaron en un refugio de la Cruz Roja en París. Allí logró ubicarlos mi abuelo, a través de la Cruz Roja Argentina, y los hizo traer a Buenos Aires. Ahora solamente faltaba encontrar a mi abuela.
En realidad, ya sabían dónde estaba. La tenían trabajando como empleada en un campo y no querían entregarla, ya que mi abuela hablaba alemán, croata y francés, y además tenía conocimientos de enfermería, y eso les servía mucho a ellos. De ahí surge la negociación que ya conté en el post acerca de mi abuela Catalina hace unos meses, donde tras años de insistir y negociar, finalmente los rusos liberan a mi abuela a cambio de un enorme cargamento de penicilina (preciadísimo tesoro en época de posguerra) que mi abuelo tuvo que mandarles desde acá.
Para cuando mi abuela llegó, mi papá ya tenía 8 años. Estaba por tomar su Primera Comunión y un buen día llegó una señor a la cual le presentaron como "Tu madre".
Gracias a una serie de casualidades, suerte, favores, burlas, negociaciones... todo eso junto o nada, mi familia entera pudo reencontrarse y rearmarse en este país.
Quizás así se entienda mejor que en la Segunda Guerra no fue (como muchos creen) solamente nazis versus judíos, por así decirlo. Mi familia no era nazi ni judía, y vivió todo esto igual.
Mi familia es católica practicante y está muy aferrada a la fe. Y yo entiendo que, luego de haber vivido cosas como éstas, sea así. No tengo sino otra manera de explicarme cómo es que, por suerte, lo único que mi papá recuerda de toda esa época son las ratas del campo de concentración y que el "manjar" en cuanto a comida para los prisioneros era cuando los soldados pelaban papas y les regalaban las cáscaras.
A pesar de todo esto, siempre escuché la historia, escuché agradecimientos a nombres de gente que no conocí o a otras familias que sí conocí. Escuché agradecimientos a Dios. Pero nunca escuché insultos ni odio hacia los rusos. Tranquilamente podría haber sido así y podrían haberme inculcado a mí un terrible odio hacia esos rusos que los torturaron y maltrataron tanto, y que por esas cosas de la vida no destrozó a mi familia. Y sin embargo, no. Quizás porque entienden lo que es una Guerra. Quizás porque la fe les hace entender lo que es la misericordia (que, según pienso yo, es uno de los sentimientos más elevados y difíciles de desarrollar). Y eso sólo pocos pueden entenderlo.
No pretendo con esto que se generen comentarios del tipo "Pobrecita, qué fea historia". Estoy orgullosa de la historia de mi familia, y quizás por eso decido compartirla. Estoy orgullosa de haber podido tener vivo a mi abuelo hasta mis 18 años, a mi abuela hasta junio del año pasado y a mi papá aún hoy, para preguntarles todo y que me lo contaran mil veces y me lo explicaran otras tantas. Llevo esta historia marcada en mi piel y en mi apellido y no pienso abandonarla. Y soy de las personas que creen que con cosas como éstas, manteniendo este recuerdo vivo, transmitiéndolo y sobre todo demostrando que no queremos olvidar los errores del pasado (hayan sido del pueblo que sea), es como justamente se educa y se sigue hacia adelante. Es la manera con la cual se evita volver a caer en el mismo error. O al menos, así lo pienso yo.
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