Cuando me encuentro en etapas como ésta, en las cuales siento que esa maldita variable llamada
Tiempo me sobrepasa, me pregunto si en algún momento de la vida -
y en vida!- dejaré de correr contra los relojes.
Es difícil cuando lo único que escuchás es que las cosas tienen que estar hechas para anteayer. Cuando corrés un colectivo por la mañana y algunos más por la tarde o noche. Cuando te das cuenta que hace muchísimo que no te sentás a comer con una amiga o a tomar mate o siquiera hablás un rato por teléfono con ella. Cuando estás absolutamente desinformada porque ni siquiera prendés la tele y ni sabés qué está pasando en el mundo. Cuando de repente caés en la cuenta que hace quince o veinte días que no ves a tu familia, y que aunque vivas con tu mejor amiga, lo de
vivir se limita únicamente a compartir un techo y con suerte cruzarse por la mañana antes de salir al trabajo.
Y ni hablar de la bronca que me da no poder hacer coincidir mis horarios y los de
Él para poder ver esos ojitos un rato más y disfrutar de su compañía y de sus mimos y sus besos. Son más las veces que nos vemos dormidos mutuamente que el tiempo que pasamos despiertos, juntos.
Si pudiera pedir un deseo, quisiera poder dominar ese inmenso tesoro que es el Tiempo.
Y no dudaría un segundo de cómo, dónde y con quién invertirlo.
Etiquetas: Mar adentro